viernes, 30 de marzo de 2007

Una columna nueva, en el borde del jardín del Parque,
mi perro, loco de alegría. Con el muñón del rabo tembloroso,
la rodea, la huele, la perfuma
levantando la pata,
vuelve,
incapaz de creérselo,
revisa una vez más todo el asunto,
vuelve a levantar la pata, advierte
que no le queda gota con que salpicar
la columna nueva,
que se pierde, aparentemente infinita,
entre las hojas de la magnolia,
como los tallos de las habichuelas mágicas.
El perro se aleja, mira de rreojo,
seguro que rezonga:
hoy se me ha terminado, pero ya te diré yo a ti mañana.
Pasa,
riéndose,
la brisa limpia, que huele a mar,
de la mañana
recién nacida.

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