sábado, 12 de febrero de 2011

Alguien, sin duda impoluto, se lamenta de modo ostensible porque muchos “que tienen antecedentes políticos”, han estado ocupados después en el mundo de lo económico. Otras cuestiones que no comento aparte, que no tienen por qué modificar este comentario mío, es cosa de preguntarse lo que tendrían que haber hecho, tras de vivir su vida y dejar la huella de sus necesarios antecedentes, qué tendrían que haber hecho al abandonar otras dedicaciones anteriores. ¿Dejarse morir? ¿Suicidarse, siquiera fuese de modo metafórico, en orden a cualquier posible dedicación diferente o de distinto signo?

Para carecer de antecedentes tendría, cualquiera, que no haber sido.

Ser de un modo u otro, implica elegir muchas veces, con el único apoyo posible de los principios de cada cual, que se apoyan siempre en sus verdades.

Por desgracia, dirán unos, yo creo que por suerte, el humanismo se caracteriza por la comprensión de que cualquier verdad es provisional y subjetiva. Una persona no es un objeto de museo, clasificable, ni siquiera en su senectud, por sus características culturales.

Por experiencia afirmo que cada día es posible aprender, si se está atento, y cada cosa nueva que se aprende modifica el perfil cultural de cada sujeto.

Un profesional que se comporte y ejerza durante los últimos años de su actividad exactamente igual que los primeros, puede asegurarse que fracasó en el ejercicio de cualquier profesión, y añado sin duda que de cualquier arte y de cualquier artesanía en que ocurra algo parecido.

La vida, insisto, es un camino iniciático, en que cada paso tiene su sentido, su valor, sus motivos, sus consecuencias, y suma o resta en la composición esencial de la personalidad del peregrino, que nunca es el mismo cuando vuelve a casa. Ni siquiera yo, que apenas paseo, soy el mismo al volver a casa, a mi rincón, tras de cada paseo. Ir y vivir, si uno se va fijando, es como vivir una vida más grande o más pequeña.

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