En realidad, he de confesar, que se trata de mis digresiones. Por eso, advierto que para cualquier curioso lector, podrían ser poco interesantes, intrascendentes, banales y hasta aburridas. Entonces -me pregunto- ¿para qué las escribes? Aún no he hallado respuesta para esta pregunta.
viernes, 25 de julio de 2008
Digo una charla improvisada sobre el tiempo que tocó vivir a mi generación. Me escuchan, atónitos, unos cuantos estudiantes nacidos en este tiempo de relativa paz en que vivimos, con todos los fantasmas y las fieras dormidos en el desván de la prudencia, ¿provisionalmente? Desterrados. Revivo en clave de relato un tiempo de angustia, otro de desesperanzada esperanza, esa paradoja en que consiste el punto de luz que desde el horizonte nos convoca cuando parecía evidente que no cabía seguir, aparentemente acabados todos los caminos posibles, cuando la ilusión, la fantasía y hasta el sueño han de emprender su labor, curarnos la miopía y permitirnos ver, ya digo, a lo lejos, un temblor apenas perceptible de la luz, el calor, en definitiva la hoguera en torno a que reemprender la convivencia en que la vida consiste. Y me doy cuenta precisamente hoy de que los supervivientes al crudelísimo siglo veinte hemos tendido la oportunidad de atesorar una increíble experiencia que sin duda ha afilado nuestra sensibilidad y nos permite ser más humanos, más comprensivos. Eso no se lo conté a mis oyentes, que, seguro, acabada la experiencia de escuchar, se habrán ido pensando en otras cosas más de ahora mismo.
miércoles, 23 de julio de 2008
La sinfonía del jardín, más bien patio con flores prisioneras, se inició, recuerdo, en primavera, con la flauta dulce de las margaritas que se cierran de noche y entristecían con la lluvia; en seguida, se ensayó el rosal ese caprichoso que lo preside todo desde hace años, cuyas rosas son primero abotagadas, un mucho repolludas, bastas, pero da una segunda floración de terciopelo, y allá al fin de verano suele proporcionar la sorpresa de unos delicadísimos capullos rojosangre, de pétalos suaves y primorosa textura; es como a la vez el doble violín a que apoyan las violas y que conduce, seguro, en violonchelo; el metal de las trompetas lo ponen los demás rosales, a que por fin, clarinetes y óboes, se unen el heliotropo y las calas, escoltadas por las tubas que son las hortensias. Lo dirige todo el limonero, y, escondido en un rincón, el acebo sonríe, taimado, los rizos punzantes de sus hojas. Esta mañana ha venido a visitarnos una libélula que me apresuré a fotografiar mientras descansaba en el umbral, junto a la imagen de la Virgen de Covadonga de piedra artesanal con que me agradeció un cliente, que la talló personalmente, que no lograse el casero echarlo de su vivienda. Disfruto con la versión de los conciertos de Brandemburgo que interpreta a ritmo de jazz Jacques Loussier con su trío.
martes, 22 de julio de 2008
Casi todo el mundo dice que estamos en crisis, incluso el mundo que aseguraba que no, hace poco, y apuntan, dicen, especulan acerca de cómo y qué hay que hacer para salir de ella, pero en realidad no saben. Nadie sabe. Las reglas fallan cuando se entremezclan, además de con sus circunstancias habituales, con decisiones de desconocidos con poder, que suelen moverse a media luz por los entresijos de la ciudad alegre y confiada, por donde andan los intereses. Son dos títulos de sendas piezas teatrales ya pasadas de moda, que escribió en su día don Jacinto Benavente y ahora recordadas nos acreditan que la humanidad se parece a sí misma, a través de la historia, y más cuanto más se ahonda en lo puramente instintivo, como es el afán de poder y dominio a través de la cosa económico financiera. Personalmente opino que cada crisis tiene mucho de reajuste psicológico de números, que se reajusta y sana unos peldaños más arriba de una escalera que no lleva a ninguna parte. Y por esos suele iniciarse por la sensación de que el dinero ha dejado de moverse en la cuantía y con la frecuencia que conviene a los más influyentes, poderosos y ávidos, que, caprichosamente, mueven el valor de las monedas para desequilibrar el mercado mundial. Los más pobres se resienten primero. Han de moverse, trabajar más, mover más el dinero para reajustar sus economías. Se producen situaciones de inflación, crecimientos compensatorios de intereses y se reajustan al alza los precios hasta un punto en que motivan airadas reclamaciones sindicales de que se compensen, con alzas de salarios, las pérdidas de su poder adquisitivo. Esto se logra y estabiliza restableciendo, un poco más arriba en la escalera de las cifras, la situación de que habíamos arrancado. Y vuelta a empezar. Cuando parece que se está llegando al límite, la mejor solución será crear una moneda distinta, cuanto más común mejor, con un valor expresado en cifras de nuevo pequeñas, que vuelven a facilitar otro tirón de precios. Todo ello complicado por la insolidaridad humana, que no consiste siempre en despreciar o desatender a los más pobres, sino en el modo de retribuir de modo diferente y diría que desproporcionado, el máximo esfuerzo de que es capaz cada cual para realizar el trabajo del conjunto.
viernes, 18 de julio de 2008
Si la salvación consiste en vivir sin vivir en sí ¿quién podrá salvarse?. Personalmente, pongo mi confianza en la demasía esencial del amor, de que no conozco más que ecos, reflejos y metáforas. Sin embargo de lo cual, me empeño en creer que existe, nos abarca y durará siempre, en todo el sentido de esta inmensa, inconcebible, incomprensible palabra.
miércoles, 16 de julio de 2008
Lagartos amarillos, de calor húmedo y mirada sin ver, atravesada. Hay toda una multitud todavía viva y un muerto en el tanatorio, iniciando su viaje que todavía ayer no sabía adonde y ahora mismo el buen padre Dios digo yo que no tendrá secretos para él y le dirá que ande, que pase y será una gota más de Universo a reciclarse en la inimaginable eternidad. El árbol que dije, el evónimo, permanece muerto, bocabajo en el río. Casona dice en uno de sus títulos que los árboles mueren de pie, pero eso sólo es a veces. Serán, digo yo, los árboles escogidos por vete a saber qué méritos que un humano no tiene por qué saber ni entender. Por lo que sé, los hay que mueren talados aprisa y corriendo y otros quebrados por el rayo, el cansancio o el viento. Hay nubarrones en el cielo, que pasan, y el mar, la mar, está profundamente azul. Mi perro le gruñe a una perrita jacarandosa que está, cuando llegamos, comprando el periódico, del otro lado de la correa que su ama sostiene distraída. Le pega un tirón, se escapa y a mi perro le da un ataque de ladridos de envidia. El periódico echa cuentas de lo que va a durar la crisis: cuatro años como mínimo y puede que seis, le digo a un señor que me pregunta lo que opino de esto que pasa cuando los negociantes que hicieron el negocio que hicieron, pescando a media luz en el turbillón del polvo de ladrillos, ahora se enfadan porque los bancos no les prestan papelillos de colores para hacer juegos malabares. Ha llegado el iPhone y tendremos que comprar uno para incorporarnos al rebaño y que los nietos nos den clase particular de tarde de verano, entre dorremifasoles de los aprendices de gaita y las niñas bonitas que van a clase de piano con sus partituras facilitadas bajo el brazo, muriéndose de risa porque los viejoverdes las miramos hecha agua la mirada por el aquel de las cataratas.
lunes, 14 de julio de 2008
Zaragoza está más allá de León, de Burgos, de Logroño, transcurridos centenares de kilómetros de yermos y de baldíos, algún sembrado de alfalfa, océanos de trigo y algunos ordenados viñedos. La autovía, durante gran parte del trayecto, se cuela por entre la tristeza desapacible de la España más despoblada, árida, hasta da la impresión de que escépticamente desesperanzada. Zaragoza ha crecido un poco más, oigo que es la quinta ciudad del país, un poco caótica, pero indudablemente viva. Hace mucho calor, a eso de las cinco de la tarde de la exposición del agua y la gente se arremolina en el pabellón de Japón y en el acuario de agua dulce, inasequibles para los como yo apresurados y para los impacientes en general. Un grupo de mujeres tristes, inexpresivas, pintan la alegoría de su defensa contra la agresividad masculina, esa cobardía a que ahora llaman violencia de sexo, producto del posesivo sentido del desamor que inventó el dislate de que o pa mí o pa naide y del desahogo de los más cobardes, que buscan alguien débil e inerme sobre quien volcar la desesperación de no saber enfrentarse a las dificultades o a los iguales. Me pregunto si cuando no se hacía publicidad de su proliferación había tanta paliza como ahora propinan los chulos de guardarropía a sus víctimas y si ahora, a la inversa, no hay una partida de impresentables que, como alguna d que tengo noticia, denuncian en falso para jorobar a quien no peden, pero quieren perjudicar cuanto sea posible. Un intento más de utilizar el sistema judicial como arma para dirimir querellas personales. A medida que se sofistica, la sociedad trata de poner falsilla a la conducta de la gente y la convivencia complica mediante prótesis de unas articulaciones de su organización que sólo una convicción generalizada de que hay que respetar al prójimo, incluso cuando se vulnera la regla de oro de que es imprescindible amarlo, podría hacer que el todo funcionase con una cierta regularidad.
viernes, 4 de julio de 2008
Leo dos noticias asombrosas; una señora ha sobrevivido en la selva colombiana a seis años de secuestro. Seis años, día tras día. Seis años que le han hurtado de la convivencia con aquellos que la querían o a quienes quería ella. Todo un torrente, una catarata de palabras, que ahora digo yo que ha de ser como si hubiera sido dada por muerta y hubiese resucitado. La otra noticia parece increíble y consiste en que alguien haya constatado que de los agujeros negros del universo escapa información. Los agujeros negros absorben cuanto los rodea, incluida la luz, pero algo, ahora, como la señora de la otra noticia, ha logrado escapar y tal vez podríamos recobrar la imaginación de que más allá de cada remolino supuesto en el interior de estos misterios, haya mundos paralelos en que nuestras contrafiguras o nuestros equivalentes pueden haber reproducido nuestra conducta al revés o copiarnos simplemente nadie habría podido hasta ahora averiguar con qué resultado. No dice la noticia si la información que se recupera son notas sueltas, fragmentos, retales de tiempo o de espacio o melodías completas y la explicación de alguno de los errores de la historia de los humanos. Habrá que estar atentos para que nadie se arrogue la facultad de interpretar esas noticias, que nos llegarían entonces manipuladas, de nuevo mendaces, como tantas de las informaciones que nos pasan con la mueca de una sonrisa los que intentan llevarnos a su huerto para distraernos del paisaje.
miércoles, 2 de julio de 2008
Arranca esta lluvia tormentosa de tarde de verano las más inesperadas fragancias de la tierra, que de repente huele a vida intacta, sin hacer, tal vez a futuro y desata la imaginación, que rebusca en el espacio todavía pendiente que hay hasta el final de los tiempos desde este momento preciso en que canta la sucesión de gotas, al caer, sin cadencia exacta, sobre una invisible superficie. Se estremecen las nubes con cada fucilazo y el fragor de los truenos delimita espacios de trémulo silencio, rodando hacia la lejanía, tal vez el pasado, donde todo lo que un momento fue esperanza duerme ahora a la espera de la reconcentración del universo.
Cuentan y no acaban estos días los informativos de granizadas súbitas, gotas frías, incendios devastadores, y en político mínimo acredita su insuficiencia rebuscando miope en el diccionario y entre sus fichas adjetivos con que depreciar a sus adversarios, mientras el país cojea, visiblemente lastimado por la crecida de los precios que aflige a tantas amas de casa cuyo sobre mensual se vacía ahora antes de tiempo mientras señores encopetados -de esos que aseguran que el dinero no es lo importante, y aciertan, pero sólo en los casos en que se dispone de él y puede dedicarse el tiempo a lo verdaderamente trascendente, cosa imposible cuando se vive en la inquietud de si llegarán a fin de mes los medios necesarios para un mínimo de dignidad familiar que incluye también un cupo de cosas aparentemente superfluas- juegan con las palabras para disimular la urgencia de recomponer la ecuación de la cuenta de pérdidas y ganancias más importante del estado, que es la conjunta de las familias que componen su grupo social.
Sale la primera tanda de vacaciones. Flota su ilusionada alegría en el aire.
Cuentan y no acaban estos días los informativos de granizadas súbitas, gotas frías, incendios devastadores, y en político mínimo acredita su insuficiencia rebuscando miope en el diccionario y entre sus fichas adjetivos con que depreciar a sus adversarios, mientras el país cojea, visiblemente lastimado por la crecida de los precios que aflige a tantas amas de casa cuyo sobre mensual se vacía ahora antes de tiempo mientras señores encopetados -de esos que aseguran que el dinero no es lo importante, y aciertan, pero sólo en los casos en que se dispone de él y puede dedicarse el tiempo a lo verdaderamente trascendente, cosa imposible cuando se vive en la inquietud de si llegarán a fin de mes los medios necesarios para un mínimo de dignidad familiar que incluye también un cupo de cosas aparentemente superfluas- juegan con las palabras para disimular la urgencia de recomponer la ecuación de la cuenta de pérdidas y ganancias más importante del estado, que es la conjunta de las familias que componen su grupo social.
Sale la primera tanda de vacaciones. Flota su ilusionada alegría en el aire.
martes, 1 de julio de 2008
La fiesta ha hecho tránsito por las calles madrileñas, donde otrora se cantaban romances al corro, coplas a las violeteras y por el Santo zarzuela, a un grito inarticulado de la rebeldía desbordada de las masas. Deslumbrante- Los himnos se redujeron ahora a eso del oé, oé, trasmutado del inarticulado grito masivo de mi pueblo en agosto, que aúlla lo de eo, eo, eo como un eco del final del nombre del santo Patrón. La masa no necesita frases ni coplas, sino la bravura del sonido, el grito, el ruido y la furia. Al fin y al cabo, ad bonum, paucas.
Sol veraniego, que rompe los lirios amarillos de la balaustrada del patio y enciende la abundancia de las rosas de terciopelo de la segunda tanda del rosal, que, es curioso, da primero unas, apresuradas, repolludas, y, en seguida, otra, como si hubiese aprendido o se aplicara de pronto, de terciopelo, matizadas.
Cielo azul pálido y calima aureolando la raya de aguas vertientes, difuminándola para que las aristas del fondo del paisaje, no lastimen los ojos. Me acuerdo de tus ojos –apunto para escribir en un poema- porque estaban siempre a punto para componer la sonrisa con tus labios, llenos de besos, tan traviesos.
Sol veraniego, que rompe los lirios amarillos de la balaustrada del patio y enciende la abundancia de las rosas de terciopelo de la segunda tanda del rosal, que, es curioso, da primero unas, apresuradas, repolludas, y, en seguida, otra, como si hubiese aprendido o se aplicara de pronto, de terciopelo, matizadas.
Cielo azul pálido y calima aureolando la raya de aguas vertientes, difuminándola para que las aristas del fondo del paisaje, no lastimen los ojos. Me acuerdo de tus ojos –apunto para escribir en un poema- porque estaban siempre a punto para componer la sonrisa con tus labios, llenos de besos, tan traviesos.
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