La fiesta ha hecho tránsito por las calles madrileñas, donde otrora se cantaban romances al corro, coplas a las violeteras y por el Santo zarzuela, a un grito inarticulado de la rebeldía desbordada de las masas. Deslumbrante- Los himnos se redujeron ahora a eso del oé, oé, trasmutado del inarticulado grito masivo de mi pueblo en agosto, que aúlla lo de eo, eo, eo como un eco del final del nombre del santo Patrón. La masa no necesita frases ni coplas, sino la bravura del sonido, el grito, el ruido y la furia. Al fin y al cabo, ad bonum, paucas.
Sol veraniego, que rompe los lirios amarillos de la balaustrada del patio y enciende la abundancia de las rosas de terciopelo de la segunda tanda del rosal, que, es curioso, da primero unas, apresuradas, repolludas, y, en seguida, otra, como si hubiese aprendido o se aplicara de pronto, de terciopelo, matizadas.
Cielo azul pálido y calima aureolando la raya de aguas vertientes, difuminándola para que las aristas del fondo del paisaje, no lastimen los ojos. Me acuerdo de tus ojos –apunto para escribir en un poema- porque estaban siempre a punto para componer la sonrisa con tus labios, llenos de besos, tan traviesos.
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