sábado, 30 de junio de 2012


Junio se acaba hoy. No habrá más junios del año 2012. Hoy, día 30, se acaba el único de la historia. Habrá habido treintas de junio, pero sólo éste está siendo y dentro de nada habrá sido único e irrecuperable.

Mañana, Dios mediante, domingo y 1 de julio, si, Dios mediante, amanece, se cerrará el año, habrá quien empiece jubilosas vacaciones y es probable que estén abiertos la mayoría de los lirios de colores que jalonan el verano. Como cae domingo, la mayor parte de los que disfruten vacaciones, se habrán ido el viernes en cuanto dejaron de mano el curro. A penas sin comer o con el bocado en la boca o ya picaremos algo por el camino, que lo urgente es salir del camino circular de la rutina y huir a Fantasía. Con las prisas, se habrán dejado algún grifo abierto, la alarma sin poder, comida pudridera en el frigorífico, pero nada de eso importa, en el umbral de unas vacaciones, casi el equivalente de si víspera dorada, cuando todo parece posible, que luego ya veremos-

Esta tarde empieza la Vuelta a Francia, mañana acabará el campeonato de fútbol de Europa. Puro verano en flor.

Menos para la economía, que no acaban los profesionales del ramo de la gobernación de darse cuenta de que no vale de nada la amalgama dineraria si no va seguida con urgencia de la asociación política bajo dirección, mando y organización únicos. O nos hacemos Estados Unidos de Europa o el euro y la economía unitaria, antes o después, se irán, más bien antes que después y nunca a demasiado plazo vista, al traste.

Allá vamos, Laila y yo, a comprar pan y prensa. ¿Quién compra todos esos periódicos y el ingente montón de revistas que desbordan por los cuatro costados del quiosco? ¿Se venden? ¿Se siguen usando para envolver pescado? Observo que aún quedan periódicos que no se enteraron de que la mayoría de la gente carece de tiempo o de paciencia para leer y lo que prefiere son letras gordas o medianas de las que permiten enterarse de mucho superficialmente y sólo de pocas cosas hasta el meollo del criterio del escribidor de turno. Tuve un maestro que ya en la Facultad me advirtió: tú, cuando veas un escrito muy largo, desconfía. La verdad y lo que está claro, suelen poder decirse con pocas palabras.

Yo, sin embargo, me enredo entre las palabras. Ir al diccionario y recorrerlo al azar es como dar un paseo por un hermoso bosque donde puedes encontrar inesperados ejemplares de seres vivos que vuelas, corretean o se arrastran; flores que ni siquiera habías sospechado que existieran, árboles majestuosos o sorprendentemente humildes, yedras enamoradas o colgaduras de muérdago a la espera de su druida de la hoz de oro. Con palabras, puedes construir, a tu antojo, un mundo, un amor o una tragedia.



viernes, 29 de junio de 2012


Mañanina de san Pedro,
te pongo el ramu,
un ramín de toxu verde,
brezu y retama,

quisiera ser el escayu
que se engancha
en esi rubor tuyu
de madreselves en flor,

quisiera …
¡qué más da lo que yo quiera!

Po’l siñor san Juan
quedeme dormíu soñando contigu,
dábate un besín,
tu dábesme el tuyu …

Quedaste sin ramu,
ni tan siquiera una flor.
¡Pa que les quiés tú les flores
si no hay, como tú, ninguna!

Hay quien diz que te da pena
velas amustiar de envidia
y que por eso les tires
na más que te las regalen.

Por esu te traigo
toxu verde y brezu,
retama
y, en el fondu del vasu,
la flor del agua.

No lu tires, mi amor,
no tires esti ramu
que va dentro y romperíesme
el míu
corazón.


Me pregunto si alguien ha sabido en alguna ocasión de la historia de algún pueblo. Otra cosa son las hermosas leyendas, las bonitas consejas, las tremebundas hazañas que cuentan los que al regreso de la fiesta la relatan de acuerdo con cómo les fue en ella.

Ando metido en una historia crítica de la historia. Divertido ejercicio de hombres de buena voluntad que entresacan de mitos y palimpsestos diversos sus preferencias y diagnósticos. Este, dicen, fue pitagórico, o liberal, o tradicionalista, o aristotélico, o tomista o erasmista cristiano viejo, pitagórico o platónico, o, sencillamente, trovador provenzal.

Poca gente, me parece, fue clasificable de tan divertido modo. Uno y otro, inconscientes de sus coincidencias y reparos, pueden haberse parecido a uno o semejado al de más allá, pero no fueron más que individuos, criaturas que intentaron devanar los laberínticos ovillos de los dimes y diretes y los intereses creados de su tiempo.

Los separó el cedazo de la historia, quedaron, con mayor o menos mérito entre sus páginas, como florones u hojas secas, y cada época posterior echó mano de su prestigio, real o no, para poyar criterios que no son más que hipótesis: si Fulanito viviera hoy, o don Mengano, o el muy ilustre don Nosequién, estarían de acuerdo conmigo. ¡Qué va! Lo estarían o no, pero no por tus razones, sino por las suyas, derivadas de su estado de exaltación o necesidad. Cada época, como cada día tiene su afán, tienen sus características, abundancias o carencias peculiares, de que deriva el estrujado de magín de sus gentes.

Vamos que sin duda hubo aquella batalla, pero no consta cómo la sufrió cada combatiente y el resultado final viene aderezado de laurel y fanfarrias, irreconocible y desde luego inexplicable.

Cosa del calor, de la opresiva sensación de que nos oprime la sofisticada banalidad administrativa. Demasiada e intrincada selva de palabras que es necesario interpretar de acuerdo con otras palabras sacadas de concepto, rellenas de improvisación, delimitadoras de nimiedades abrumadoras. Una telaraña de reglas menores para tratar de que no escape de la falsilla ninguna de las infinitas e imprevisibles circunstancias del caso concreto. Se intenta, parece, meter la vida en una especie de caja hermética de Pandora. Craso error, en mi modesta opinión.

Jugamos, para mitigar los rigores tal vez de este verano implacable, al fútbol. Gana España a Portugal, pero habrá final contra Italia. Italia me parece el peor obstáculo imaginable. La selección española juega el fútbol, encaje de bolillos, de un  arquetípico Barcelona, cuyo antídoto parece estar siendo el rigor defensivo italiano, administrado por la sagacidad utilitaria portuguesa. Será difícil para los unos y para los otros, y, como jugador número doce o trece de cada equipo, intervendrá probablemente la suerte, un destello, cualquier descuido, una flaqueza cualquiera.  

jueves, 28 de junio de 2012


Hispaña, la cosa esa entronómica que ni chicha ni limoná, inventaron los bárbaros estos de la contracultura política para salirse, pensaban ellos, del enfrascamiento, la obsesión, esi cosu de les tres Hispañes: la madre ya outras dos, hermana María, hermana Colasa, madre que me pega, madre que me abrasa. Machado, avellugando bajo aquel sombrerín que solía, escribió lo del españolito que estaba naciendo y ya estaban pensando como irle partiendo, una de las dos Hispañes, el corazón. Helarte, escribió, para no ser tan duro con el hacha del verdugo.

Na que facer. Semos como semos y nos encanta encelarnos, cabezones, en la razón de la sinrazón que siempre nos asiste. Primero yo, luego naide y dimpués osté, paisanu, favor que i faigo sacando el su nombre, manque sea en tercer lugar y a distancia.

A un panal de rica miel …, dice la fábula. Nada menos que mil interinos de un plumazo, amén de nosecuantos asesores de esto, aquello y lo de más allá. Unificar y adelgazar, desdoblar y simplificar. Un día de estos, a alguien se le va a ocurrir la luminosa idea de que unos cuantos profesionales deberían hacerse cargo de lo que todo un ejército, un gremio de aprendices, pinches, auxiliares, timoneles y gavieros nos estaba embrollando además de llevarnos  a la ruina del viejo naviero, farto de pagar el montemayor de la embarcación.

Vieja rutina del amusqui, de los gastos a montemayor y los ingresos, grandes o pequenos, a repartir.

No se trata de que te obedezcan ni de que obedezcan al otro de la alternativa o los terceros y hasta cuartos que habrá que inventar para salir de la rutina, el tiovivo y el lendel, sino de que cada vez más gente aprenda que la conducta de cada cual es responsabilidad de cada cual, con arreglo a unas normas éticas de fácil comprensión y universal aceptación.

Menos grupo, menos masa, más enterarse del cómo, del por qué y de las preguntas pendientes. En la duda, decía aquel responsable, nada de abstenerse; en la duda, siempre, sin excepción, estudiar más. El estudio no dará nunca soluciones definitivas, sino dudas y probabilidades que han de abrir camino a la sempiterna curiosidad humana y nos mantendrán vivos en casi toda la extensión del concepto.                                                                                                               

miércoles, 27 de junio de 2012


Viene el calor, a fuerza de esfurrunchar la vieja atmósfera con lo que la maltrata desde arriba y desde abajo. Ora se enfría por capas, ora se caliente, pasa la bola de equinoccios a solsticios y abajo, el hormiguero, excitado, se traslada a la playa. Creo que era Camús el que describía una playa argelina, con los cuerpos estrapallados bajo el peso del sol. El sol, que no la luna lorquiana, es el que estos día nos mira, mira, nos está mirando, con la fragua encendida. El sol y los misteriosos entes que manejan, gobiernan y conducen los famoso “mercados” desde que nadie sabe si alienígenas, vigilan si la posible insolvencia de este país podrá o no dejar sus pagarés en agua de borrajas. Tienen, dicen los que saben, que tienen fruncido el ceño y andan mirando por debajo de las alfombras, levantándonos los tejados de las factorías, echando cuentas de nuestros cortijos, baldíos y masías. Por eso, tal vez, el calor. Alguien me contó que en Sevilla, distinguen los sevillanos una sucesión de llegadas: primero el caló, casi en seguida, “la” caló, un poco más tarde “los” calores y, como fin de fiesta y cúspide estival, “las” calores. Las calores, decía un familiar mío que las disfrutó y me contaba su angustia, “maduran hasta los membrillos, que había quien decía que eran como piedras”.

Se nota en la calle. A la gente se le van y como consecuencia ven más las vergüenzas. Hombres y mujeres. Bermudas y faldellines. Recuerdo el dicho creo que vaqueiro de que “lo que quita el fría ya lo que quita también el calor”. Me imagino al tropel descamisado y engafado con que me cruzo por la caleya, embozado bajo ponchos de lana gruesa, mantas y estameñas. Puede que haya un error en el dicho, o que lo que haya querido decir que si te te ocurre embufandarte en día como hoy, al pasar a la otra vida, me empeño en creer y creo que mejor, se te quitan ya fríos y calores.

Otra es esa de las gafas. Se nos deben haber debilitado los clisos porque antes no se usaban con tal profusión. Que ahora hasta númeradas: protección uno, dos, tres y hasta cuatro. La humanidad, me temo, se está aflojando, en relación con aquellas gentes que manejaban guadañas y foucinas a pleno sol, como en un cuadro de Linares, donde una señora destaca doblada sobre el amarillo del agobio deslumbrante del sol, con la única defensa del rojo goterón de su pañuelo. Linares, clamando desde su monacato de Navelgas, tene atrapado el sol de verano de la vaqueirada, como tenía Sorolla en de la Malvasía.

Me cae, sobre el teclado, una gota de sudor. Bebo. Acuérdame de comprar un termo y un abanico. El termo, lleno de agua clara, el abanico, que tan bien manejaba mi tía Pepa, y la sombra del limonero del patio. ¿Es que no van a cerrar este verano los jodidos mercados? ¿es que no se van a ir de vacaciones los políticos? Aquí y allá, en grupos, los expertos se ajuntan a pontificar lo que debería hacerse. Lo mejor, tal vez, hoy, para dejarse de miserias, sería ganar a Portugal en las semifinales. Lo que pasa es que ellos, con parecidas congojas al respectivo pescuezo, van a pretender lo mismo. ¡Hala España!