Lo correcto sería lo de aquella prudente ciudadana que
aconsejaba a su hombre apoyar, pero “sin significarte”. Curiosa locución.
Consejo acertado. Tira la piedra, a dar, desde luego, y, en seguida, esconde la
mano. Nos viene de casi tan antiguo como el afán de convertir los pedruscos en
oro, el de ser invisibles, para poder hacer impunemente lo que la abuelina y
sus coetáneas llamaban “falcatrúas”.
-¿Qué es una falcatrúa, abuela?
-Una travesura gorda, más que falta, pero sin llegar a
delito o casi.
No se da cuenta lo que los sargentos chusqueros de mi época
llamaban el personal de que si aprendiésemos a trasmutar el oro, alguien
filtraría la fórmula y el oro, en aquel preciso momento, quedaría a su vez
mutado a pedrusco y si dispusiéramos de capas de invisibilidad, como Harry
Potter, se inventarían modos de detectar la presencia de nuestros residuos casi
fantasmales.
No hay remedio para que sea necesario, si queremos realmente
vivir y sobrevivir como individuos y como especie al fin y al cabo, que
aprender a convivir y mojarnos a la vista del público.
Hay que estar, pero, además, hay que ser. Sin avergonzarse,
cuando parezca oportuno, de dejar de parecernos a nosotros mismos y empezar en
cualquier momento a obrar de acuerdo con las correcciones, evoluciones y la
progresión de nuestros criterios, mudables a la luz de los recuerdos y a la del
futuro que vallegabdo.
Hay un hilo sutil, decía J. B. Priestley, que nos conserva
en ser lo que fuimos, lo que estamos siendo y lo que vendrá, pero como ni somos
de materia inerte ni de una pieza, esa manera de ser que nos caracteriza no
depende de nosotros sólo, sino de todo lo demás que forma parte con nosotros de
lo que somos en conjunto.
Domingo. Alguien ha escrito y le agradezco una excelente
novela policíaca en que me he enfrascado este fin de semana. Se trata de un
autor que yo sepa novel. Se llama Aro
Sáinz de la Maza y acaba de publicar en la Serie Negra de RBA la que creo es su
primera novela negra: El asesino de La Pedrera.
Domingo. La Europa soñada, mira hacia Grecia. No tendría
nada de particular, que, amedrentados de crisis, nos volviésemos hacia el
alambique de la civilización occidental, pero no se trata de eso. Ahora está en
entredicho la posibilidad misma de aceptar que la futura Europa que soñábamos
los soñadores, tiene que ser diversa y llena de contrastes. Y que ricos y
pobres, pensadores y superficiales, honestos y deshonestos, trabajadores y
vagos hemos de aceptar al unísono que tenemos que imbricarnos en la idea común
que nos aglutina por encima y por debajo de todos esos sofisticados, remilgados
esclavos de las palabras retorcidas y los conceptos equivocados que pretenden
convertir la diversidad en diferenciación, cuando lo que es, es tan
evidentemente complementariedad indispensable.
Asignatura pendiente, o, como se dice ahora, créditos que
nos faltan: entender la paradoja de que tenemos que aceptar que nuestra
diversidad nos hace equivalentes y proporciona el equilibrio del conjunto en
que consistimos.
Estoy convencido de que le día que lo entendamos, habremos
dado un paso importante hacia el exterior del túnel.
Domingo. Día de descanso, Paran hasta la huelgas y las
algaradas. Jornada esencial para ponerse a pensar en positivo, en esperanzador,
en la vida que viene a raudales, de la mano del tropel de niños que juega en el
parque a la luz deslumbrante de este domingo de primavera madura.
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