Asturias llora hoy orvallo sobre hulla y bajarán otra vez
negros el Caudal y el Nalón a morir en la mar, con los estertores mineros, como
iremos todos, más o menos deprisa, según esté pautado el tiempo.
No habrá silencio, sino estrépito de voces y petardos.
Gritos airados. Decepción en el aire, que entre todos la mataron y nadie era
culpable porque todos lo éramos, cada uno con su zurrón a cuestas, esperando el
milagro que no llegó y despilfarrando, tal vez para olvidar.
Ahora es un lunes de azabache, que pican y perfilan los
recuerdos. El carbón ya no se apila, no viaja a las carbonerías de las ciudades
de España, pobladas de chavalería embadurnada, que repartía el carbón en
camionetas y maniegos. Carbón sobrante de las acerías y las centrales eléctricas.
Fuego, humo, luz, calor, santa Bárbara bendita, patrona de los mineros, grisú y
canciones y aquella luz gris, permanentemente nostálgica, de las cuencas.
Nadie quería, pero querían todos los chavales ser mineros,
picadores, grandones. Mira este lunes, que no llega a negro, mientras el
orvallo disuelve la hulla y se reparte la ira, como una indignación roja y
negra, mira cómo vengo, con la camisa roja, de sangre de un compañero.
Vagonetas y raíles oxidados, guajes dormidos.
Todas las Asturias mirando a las cuencas, tendiendo las
manos hacia las cuencas donde el corazón latía negruras hondas y las iba
convirtiendo en geranios esperanzados. Había, sorprendentemente, un jardín de
pronto, en cada balcón, pero volvió el invierno y ahora es este lunes sombrío,
que hasta las nubes se nos han concitado, aquí, al lado de la mar, donde
también cantaban que se podían oír los estampidos de la Camocha, a que, a
cambio llegaba la música del romper del agua y los rumores de espuma.
¿Dónde estábamos, mientras no sé quiénes que más vale la
pena olvidar y perdonar y apartar dejaban que se nos durmiese el alma y nos
quedara el cuerpo en esta miseria?
Todavía es tiempo, pero ¿seremos capaces de aprovecharlo con
el indispensable acierto?
No hay comentarios:
Publicar un comentario