Nunca se sabe nada, pero en el proscenio damos a veces la
impresión de estar enterados y la gente aplaude, con mayor o menor entusiasmo,
según su humor y nuestro entusiasta capacidad de transmitir sentimientos.
No sabemos, y, los sentimientos, pueden ser fingidos. Un
sentimiento fingido puede aparentarse muy por encima de sus reales dimensiones.
Sonrío, saludo, pero voy pensando en otras cosas y cuando al
regresar me preguntan si encontré a alguien en la calle, no sé qué contestar.
¿Encontré a alguien? ¿Estuve en la calle?
Cuando vas pensando en otra cosa, devanando un recuerdo,
imaginando situaciones en lugares diversos de éste o de otro mundo posible, en
diferentes circunstancias, ¿estás donde parece o en ese otro momento imaginado,
holograma de la realidad?
Ha caído, esta mañana, la niebla sobre el lugar. El lugar es
una villa recogida en la desembocadura de un torrente, cuando no llueve,
arroyo, plagado de truchas, patos, ocas, cormoranes y nutrias. Hay, a menor
escala, sastrecillos, lavanderas, salamandras y libélulas. Al atardecer, nubes
de mosquitos emborrachan a las golondrinas, los vencejos, y, tras la puesta del
sol, salen los murciélagos. Desde arriba, lo vigilan todo las hordas de las
gaviotas reidoras. En ocasiones, gatos asilvestrados se enfrentan a ratas y
aguarones en el llerón.
La villa se ha despertado impregnada del gris perla de la
niebla. Absorta en él. Nuestras voces se acolchan. Cuesta respirar, como si el
aire se hubiera espesado. Primavera plena. Flota el polen. Hierve, en torno, la
naturaleza, de vida recién recobrada. En primavera, decían los xaldos vieyos,
fiérvey a la xuventú el untu.
Hay ciertas esquinas donde el arroyo, convertido en mínimo
ejemplar de ría, hace la curva de uno de sus quiebros, se acumulan los cantos,
el agua parece hervir, como el untu núbil, y el río habla. Me quedo a escuchar
sus versos, limitado, al no saber traducirlos, a disfrutar de la música con que
el agua, desnuda, los recita como si a la vez se quejara y llorase.
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