domingo, 10 de junio de 2012


Las multiplicadas letras de los grandes titulares de media docena de periódicos que son los que en realidad rectifican la trayectoria del mundo a capricho de los socios capitalistas de su comandita, son las que marcan, definen y establecen el deslinde y amojonamiento de la realidad virtual en que se nos agita antes de usarnos.

Nada es verdad ni mentira hasta que los gurús publicitarios lo dan por bueno, promulgan y confirman a través de las agencias que al manipular con hábil sutileza, crean cada noticia y la reconvierten en lo que no había sido. Un pie de foto convenientemente aliñado, muta un saludo en desafío y viceversa, inventa un acontecimiento una aventura o una desventura en lo que en realidad podría no haber sido más que el gesto de desasosiego que puede provocar un golpe de viento.

Da pena, mirarse en los ojos de quienes se cruzan contigo en la calle y como puede que tú, traigan y lleven la vacua expresión de los entrecomillados famosos de las trifulcas apantalladas en la televisión nuestra de cada día como sucedáneo del pan.

Cuando estuviste allí, te sorprende a la mañana siguiente el titular de tu habitual breviario, pero lo malo es que acabas, por arte y gracia de los artistas y hasta los artesanos del enhebrado de palabras, por desdecirte de tus propios testimonio y criterio y acabar lamentándote de no haber sabido ver lo que en realidad no ocurrió y sin embargo te cuentan y das por bueno el mirar del otro y su peculiar reinterpretación y acabas por ignorarte a ti mismo y dejar que piensen por ti, que para eso están y lo saben, los muy cucos, que lo cierto es que también para eso les pagan todavía, en esta época en que, a pesar de todo, ya se les eriza el pelo del cogote cuando oyen decir que el magnate nutricio se ha enterado de los que es un “ere” y se está cansando de que le cueste demasiado dinero reinventar cada mañana otro mundo en cuyas aguas sumergir la inocencia del azacaneado humano de nuestra imprevisible época, incapaz de asimilar la catarata del futuro una vez que se han abierto los aliviaderos del sosiego en el pensar y el alivio de amar y ser amado a ritmo de balada.

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