Lo que ha barrido Egipto, una multitud de egipcios, la rebelión –alertaba Ortega, asustado por una obra de que había sido copartícipe-
de las masas, en este caso una masa egipcia, no es su pasado, sino su presente. Y lo ha hecho con la impaciencia con que las masas suelen actuar, una vez se han puesto en marcha, ya imparables, en busca del cauce adecuado, sin más previsión de repuestos que el universal consejo americano, tantas veces erróneo y como consecuencia histórica, errado.
Y ahí está, en mi modesta opinión, el quid del asunto: ¿cuál es el cauce adecuado? Creo que debería abrirse un debate, pero no político, sino filosófico, acerca de si cualquier sistema de organización sociopolítica puede y debe considerarse el mejor para todos y para cualquiera de los pueblos existentes o imaginables en el mundo.
Adelanto como hipótesis primera que no es así, en mi modesta opinión, y que deben tenerse en cuenta las circunstancias de cada caso, es decir, las circunstancias de cada pueblo, para atreverse a opinar respecto del régimen político que podría convenir a su inmediato futuro.
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