Va acercándose, inexorable, la obra de mi calle, que no es mi calle, las calles no son de nadie, ni siquiera de los ayuntamientos. Las calles son de los coches, que las desprecian, monstruosos, triunfantes. La fábula lo dice: un monstruo acaba siempre por destruir a su constructor. Los humanos, con prisa, sin pensarlo demasiado, idearon y, en seguida, construyeron los coches. Bueno, pues ahí están ahora. Y cada calle que reconstruyen, se dan cuenta los que mandan de que en realidad mandan más los coches. Por mucho que se oxiden, se degraden, se arruguen, choquen entre sí y se destruyan o los desguacen. Siempre habrá quien haga más, venda más, reparta más y rodarán en mayor número por todas las superficies del mundo.
-¡Mira! ¡Una calle peatonal!
-¿Y no es aquello un coche? ¿Qué hace ahí, en plena calle supuestamente peatonal.
-Es que tiene que haber excepciones …
Ya estamos perdidos. Nos atropellará, cualquier día, una excepción. Y hasta puede que una excepción cuyo propietario no esté asegurado ni sea solvente.
Cada poco, hay que arreglar las calles. Salen, aterrorizadas, las ratas, nadie sabe de dónde, y los aguarones. Exhuman los sufridos operarios tuberías rotas, cansadas, gastadas, lodos que apestan, pedruscos. Hasta puedes tener mala suerte y que aparezca una moneda romana, o árabe, o vikinga. Entonces te pararían las obras y vendrían arqueólogos y aprendices, con lupas, paletas, brochas y tiempo dormido en el zurrón. Los arqueólogos siempre están cubiertos de polvo del tiempo pasado hace mucho y traen más en sus macutos color de tierra gastada y seca.
Una tropa de obreros disfrazados de playboys, a su vez disfrazados de obreros, viene subiendo la calle con sus máquinas, como maquetas, a su vez como máquinas amarillas y color naranja, que retumban, jadean, percuten, rechinan y anuncian con secos campanillazos de que van a dar marcha atrás, adelante o sabe Dios si echar a volar o dar una zapateta en el aire. Desentierran unos tubos, inhuman otros. Una bandada de gaviotas revuela y acecha por si entre la tierra aparece alguna carroña comestible.
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