martes, 1 de febrero de 2011

¿Has observado, en el mundo de los sueños, que no hay sonido? Desaparecen, allí, los sentidos, dejan de mentir a las viejas neuronas. No quedan más que las convicciones puras y duras del subconsciente, que, vas conduciendo un coche y fallan los frenos, disparas un arma y es de goma, vuelas con tanta facilidad que parece imposible, una vez despierto, no conservar la facultad de hacerlo con la misma soltura.

Misterioso mundo paralelo, éste de los sueños, donde lo ocurrido se repite, pero deformado por los pinceles surrealistas de antiguos cansancios, tal vez, o por desesperanzas escépticas que se han de apartar como las telarañas del jardín, recién nacida la mañana. Ocurre de otra manera, porque es lo mismo, pero diferente. Todo se disuelve y recupera paulatinamente su deformación silenciosa. Como si estuviera ocurriendo en algún lejano ámbito del centro del universo, donde nada suena, más que la luz.

¿Con qué hicieron sus primeras notas los inventores de la música? No puedo imaginar a los cavernícolas que lucharon por mi supervivencia contra fieras, glaciaciones y misterios, con tiempo, sin embargo, para concebir el sonido y combinarlo.

Música, colores de la luz desmultiplicada por su asombro al tocar la hermosura de las cosas, la textura esperando la llegada de mis manos exploradoras.

A la puerta de la caverna, un día de sol, tal vez inventaron, alegres por la caza reciente, o sumidos en el profundo dolor de la primera muerte, en medio de la danza, la prodigiosa combinación de sonidos que mueve a bailar.

Millones de años por delante, olvidado por los humanos incluso el olvido de mi recuerdo, habrá alguien como yo, en algún inimaginable espacio y ambos estaremos siendo entonces humanidad al mismo tiempo.

Acaban de editar la traducción de un libro de uno de mis autores de cabecera. Los he leído todos, pero ninguno nunca completo. Me habla a retazos llenos de sabiduría y tomo de aquí y de allá una parte, sobre que voy reflexionando con calma.. Esto que dices, le discuto en ocasiones, no me convence. Nos contemplamos, ambos convencidos de su mayor sabiduría, pero también de que yo podría tener razón, porque creo que la torpeza, la ingenuidad, la intuición, pueden sostener una cultura cuando vacila. Dudar es un modo de sobrevivir cuando cualquier fracaso te induce a desesperanza. Siempre es posible, por muchas que sean las aparentes evidencias, que las cosas sean de otra manera en un mundo donde todos fingimos por lo menos una mitad de lo que hacemos, decimos y hasta pensamos. ¿Te habías dado cuenta de que incluso nos tratamos con frecuencia de engañar a nosotros mismos?

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