lunes, 18 de diciembre de 2006

Me pregunto si habrá alguien capaz de mantener la calma en este barullo anual que sofoca el espíritu de la Navidad, cuando no das abasto para responder a cuantos te desean paz y felicidad, y en cuanto cierran el sobre y pegan la solapa, se vuelven y gruñen, amenazadores, a otro humano gruñón que les pareció que amenazaba la integridad e intangibilidad de su ámbito. Tal vez fuese mejor que enviásemos menos felicitaciones y escribiéramos una, marcando bien, subrayada y en "negrita", en la propia frente: paz y felicidad. Yo mismo entiendo que debería preguntarme, ante cada uno de los míos: mis amigos, mis enemigos, mis parientes: ¿qué puedo hacer hoy para que tú te sientas un poco más feliz?. Imaginemos por un momento lo que podría ocurrir en el mundo, por lo menos en el mundo más próximo, si todos lo hiciésemos, aprovechando las lucecillas de colores, el soniquete de los villancicos y ese humo de palabras que se pierden -tal vez por no dichas, tal vez por no escuchadas- y se dispersan y añaden al círculo siseante del silencio que rodea a quienes están o a quienes se sienten, solos. Todavía hay tiempo para contribuir a la vida. ¿Seré capaz?

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