jueves, 28 de diciembre de 2006

Si por lo menos –se dice a sí mismo- hubiera sido consciente de mi juventud cuando la tenía … Ahora que sé lo que se pierde cada noche de sueño o de insomnio durante la juventud que estuve perdiendo … No perdiste nada –me digo- porque si hubieras sido éste de hoy, no habrías sido joven. Tu yo de hoy, para llegar a tener en la hondura de su sibila el tesoro de la memoria henchido como los cofres de Alí Babá y los de Barbarroja y los de La Isla del Tesoro tuvo que ser como fue, inconsciente. De ahí la calidad de la pedrería, la calidad del oro y sus cantidades ingentes. De haber sido entonces como ahora eres, es probable que tampoco hubiesen pasado las cosas, hubieras cometido los errores, hecho lo que jamás hubieses debido, pero no serías tú, entonces, o no habrías sido joven, con aquel ímpetu que lloras por pluma de tantas víctimas –algunas fingidas- de la añoranza de sus años mozos. Es indispensable haber sido joven e ignaro y tener que arrepentirse de multitud de errores para conocer en la madurez y aterrarse en la vejez de la dimensión de la criatura humana en que consisto, tan capaz y tan vulnerable, tan miserable y tan brillante, tan dolorosamente inútil y tan audaz e imaginativa. Se empieza a entender la vida cuando se está a punto de abandonarla, pero en cualquier caso a costa de haber vivido la precariedad de la ignorancia, su debilidad, incluso, a veces, abandonado al irreflexivo impulso de cualquiera de los instintos que brotan por los cráteres del alma, procedentes de las especies que fuimos a lo largo de la constante evolución de cada faceta de las innumerables de nuestra esencia humana desde que fue proyecto.

1 comentario:

A N A D O U N I dijo...

¿Estás a punto de abandonar qué?

Los dos sabemos que hay cosas que no se podrán comprender nunca. No importa cuánto se viva.

Un abrazo fuerte.