Más chiflados, unos a favor, otros en contra, que arremeten contra las verdades siempre provisionales de su entorno. Radicales que arremeten o que se atrincheran, desdeñando la certeza probable de que en los semitonos y el encuentro pacífico, en la tolerancia, está el espacio de la posibilidad de sobrevivir al descubrimiento de que nada es del todo verdad ni del todo mentira y tenemos que conformarnos con la idea de que es probable que nuestra generación, y muchas más, tenga que fallecer y acabarse sin haber obtenido respuestas ciertas para ninguna de las preguntas que, todo aquel que se pregunta, se hace.
No merece la pena citarlos. Son libros airados, terribles, que fustigan unos a los tirios, otros a los troyanos, con la desesperación de quien se ha sentido engañado por su ansia de seguridad frustrada. No habrá seguridades para nosotros y sin embargo hemos de seguir vivos y en camino puesto que de algún modo sabemos que no nos es lícito detenernos más que a descansar de cada jornada, coincidente o no con los días de ese capricho imaginativo que es el calendario.
Se advierte el cansancio del verano, este año sin embargo, más húmedo, con el verde –los muchos tonos, las tonalidades, los ramalazo, los tapices, los remiendos verdes- aferrado, arraigado y el viento del norte peinándolo o dejándose resbalar por el musgo. Va muriéndosenos agosto, con pereza de río al salir del último valle, con la mar presentida y la maligna banda de las gaviotas desgarrando a graznidos el esplendor de la tarde del color de las grandes vasijas de cobre en que la abuela dejaba cocer su proyecto de mermelada de ciruelas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario