martes, 12 de agosto de 2008

Sueño las palabras
que quisiera decirte mientras sueñas, las caricias
que las yemas sólo de mis dedos
anhelan repetir con esa lentitud
de eternidades que complican un amor,
jamás eterno de este lado del espejo,
pero sí, a veces, insistente,
tenaz
como la hiedra que desfigura la pared y el árbol.
Sueño
contigo,
estás a mi lado, evidente, carnal
y sin embargo
no eres tú, sino el sueño de mi sueño,
que te persigue,
te escucha,
te recibe con los brazos abiertos,
hasta que te conviertes en ese olor a humo del otoño,
rumor del bosque,
que, donde más profundo, está vacío
de nosotros.

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