lunes, 20 de junio de 2011

Estudiábamos los rudimentos del francés y empezábamos por aquella carta dirigida a “mon cher ami Nicolas”, que recuerdo al dirigir ésta mía de hoy a cualquiera de los que a cada paso me preguntan qué está pasando con este para ellos incomprensible lío de una política intransigente, salvo cuando se trata de pactar para subirse al podio y verter y esparcir el champán.

Todo empezó por aquello de los cascarones vacíos. El mundo seguía su camino, como el planeta en el espacio sideral, gira que te girarás, igual que un curioso tiovivo, que siempre parece estar donde estaba, pero cada mañana amanece en una plaza diferente de la gran ciudad. Parece el mismo tiovivo, pero según la idiosincrasia del barrio, conforme a la época del año, con arreglo a los caprichos del administrador, los vehículos y los bichos que se mueven, viejos automóviles, carros, carretas, bichos, animales de las más variadas especies, hacen que los viajeros de cada recorrido, que lo es casi siempre en el tiempo y casi nunca en el espacio, cuando terminan se pregunten dónde están, si corrieron tanto y han vuelto a la acera de origen.

Los partidos se han convertido, en muchos casos, en tranvías de la misma marca y propiedad, pintados para anunciar productos diversos, muchos de los cuales ya no están en el mercado. Se sube la gente, no para compartir viaje, sino para llegar a destino personal.

¿Lo entiendes, mon cher amí? Lo que importa no es la idea, sino la persona, a todo más, el grupo. Date cuenta de que nos hallamos cosa que ya ha ocurrido más veces a lo largo de la historia humana, en momento de concurrencia de crisis sociales y económicas, en tiempo de que por haber cambiado el ámbito social de convivencia, a la vez que de modo circunstancial, se han movido los cimientos esenciales de nuestro castillo roquero, el que nos ampara del “miedo a la libertad” tan humano.

Por eso se producen ensayos, cambios, intercambios, mudanzas y probaturas mediante que gentes incluso de buena voluntad, parecen desleales cuando todavía no aprendieron a serlo de una idea sencilla, planificadora y claramente explicada como propósito diferencial de administración del futuro y parece que andan buscando o el sol que más caliente o la sombra que mejor ampare.

Todo ello, con los instintivos cambios de postura que implica, con los hervores sociopolítico y socioeconómico que evidencia, no es más que acreditación y demostración de que estamos ante un tiempo nuevo, ante una apasionante época de neorenacimiento e incorporación del polvo decantado en los remansos del pasado al agua nueva y viva del futuro que llega a raudales.

Es éste, querido amigo, tiempo a la vez de genios y soñadores, de locos y de poetas, de pícaros y de malvados pescadores de agua turbia y tiempo revuelto. Tiempo de mudanza del modo de ser, que se produce cada cierto número de generaciones y se diferencia del cambio del modo de estar, que ocurre cada generación una o varias veces. Un tiempo a la vez difícil de entender, pero apasionante de vivir.

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