martes, 14 de junio de 2011

Pasa a veces que me da la impresión de estar jugando a la oca, ese que dicen camino de Santiago abreviado, como el laberinto de la catedral de Chartres. Lo digo porque a pesar de las lamentaciones de Fígaro, reincidimos con frecuencia en lo de que vuelva usted en otra ocasión, que ni siquiera mañana, porque ahora, total, ya estamos al filo de las vacaciones de verano, y en cuanto pasen, serán vísperas de Navidad, que, llegada que sea, pronto, Carnaval, y, como quien dice, Semana Santa, y otra vez el dichoso verano y …

Lo posponemos todo, menos la prisa por llegar a la influencia, el poder, y si pudiera obtenerse mediante una caja de inyecciones, el conocimiento. Con lo del conocimiento somos mucho menos exigentes. Nos bastan las migas. Con la influencia y el poder ya nos arreglaríamos, si no fuese porque hay toda una multitud deseosa de sustituirnos. Sustituirnos, dije. No mejorarnos.

Me parece cada vez más urgente que estudiemos, planifiquemos y trabajemos. Miusté, a mí, deme un puesto fijo, inamovible, y luego hablamos. Nos gustaría, entiendo, regresar al Edén, pero no creo que sea posible. Hay que arreglarse con lo que tenemos. No destruir, sino arreglarse, sin desperdiciar nada, con lo que hay. Y lo primero de todo, acabar con ese tópico de que los que piensan de otra manera son los malos, los equivocados, los enemigos. Los que piensan de otra manera son, cuando menos, los complementarios. Son los que cuando nos parece haber llegado al límite de lo posible, resulta que a ellos se les ha ocurrido algo que puede que no entendamos, pero ¿y si es bueno para el común?

Todavía me acuerdo de los días en que empezábamos nuestros primeros cursos de bachillerato, o, mucho más tarde, de una carrera o del aprendizaje de oficio todavía sin beneficio. Y de cómo nos mirábamos con desconfianza unos a otros. O de cuando nos incorporaban a la mili aquella y entrábamos de puntillas en la compañía, tratando de que no se nos viera. Y, sin más, nos ponían al tajo. Ya hay, oigo ahora, ediles nuevos, procedentes del agítese antes de usarlo de las últimas elecciones, que hablan en privado de posponer para después del verano lo más urgente.

“No es eso”, repetiría Ortega, tenéis que meter las manos ya en la masa, removerla. Y habrá que ver si será o no necesario echar la masa vieja a la basura y empezar de nuevo, a partir de los ingredientes a mano o financiando expediciones en su busca o su fabricación urgente. Las cosas, con muchos países europeos ya inequívocamente desperezándose, no están para retrasos. Investigar, imaginar, hacer.

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