martes, 7 de junio de 2011

Te espero en el puente,
¿cuál?
No importa. No vendrás, lo sé, pues si vinieras
ya no serías tú, sino otra más,
parecida,
banal.

Citarte en el vacío de mi sueño,
donde nunca te acercas,
es lo que me enamora sin remedio.

Querer,
en este mundo atroz,
donde la prisa y el miedo, acaban
por devorarlo todo,
dejarte solo,
sin voz.

Querer en este mundo, enamorarse,
no es más que el prologo de una tragedia inexorable.
El amor no está
de este lado del espejo. Ni siquiera se sabe con total seguridad
que exista
y sea algo distinto de la luz.

Llamados a morir
de amor,
trocamos el embeleso de su locura por lo razonable:
el poder,
el
conocimiento.

Cuando el amor es embarcarse sin destino,
volar
en busca de otros mundos y personas que es probable
que sean imaginarias,
cuando el amor es morir,
tal vez
para nada,
como los héroes y las mariposas,
como la noche y el día,
desnudándose poco a poco de todo
igual que hace la memoria

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