No van a mejorar las cosas porque hayan cambiado las personas. Que nadie, por favor, vuelva a caer en la tentación usual de permitirse tratar de justificar los errores propios porque antes hayan incurrido sus antecesores en los mismos errores o hasta puede que en las mismas faltas. Os han, os hemos elegido a vosotros o para que cambiéis, si habéis sido reelegidos, o para que cambiéis las cosas, si hemos decidido cambiar. Que vuestra revolución incruenta no consista en mudar al personaje para que represente el papel del mismo modo, sino para que invente un modo nuevo o hasta para que represente una obra diferente, incluso de distinto autor.
Tampoco van a mejorar las cosas porque os dejéis llevar por el viento fácil de irles sacando de debajo de las alfombras la basura o el polvo a los que se fueron. Si lo encontráis, barredlo para inaugurar el tiempo nuevo de limpieza y ventanas abiertas. Es mucho más importante hacerlo bien por méritos propios que por comparación con el demérito ajeno.
Dad, caritativamente, por supuesto, que los que estaban hicieron lo que sabían y lo hicieron con la mejor voluntad. Si no quisieron hacer mayor esfuerzo, no pudieron o no supieron, estáis ahí para que a partir de ahora se intente hacer algo, o todo, si fuera posible, un poco y mejor si es un mucho mejor que antes.
Dejad, por favor, que los muertos entierren en paz a sus muertos. Cada día está llegando un futuro mejor y no hay tiempo que perder ni en lamentaciones ni en elegías ni en reproches. Si acaso, de cada historia de un error que descubráis en cada rincón, sacad en seguida la enseñanza de que así es como no debe hacerse, de tal modo que la experiencia de quien de buena o mala fe se equivocó, os preste la ayuda de indicar el camino que no vale.
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