Cada vez me convenzo más de que no hay ninguna respuesta completa, exacta y definitiva para ninguna cuestión concreta y que la humanidad en marcha va proporcionando perspectivas diferentes, que permiten ir perfilando respuestas ocasionales, provisionales y que han de complementarse mediante aportación de criterios distintos y en ocasiones hasta contradictorios.
Un detalle nuevo cualquiera puede modificar cualquier axioma lo mismo que en su día se hizo añicos la convicción aparentemente ineluctable de que la línea recta era la distancia más corta posible entre dos puntos.
La definiciones que parecieron más definitivas, se han ido perfilando, modificando y hasta contradiciendo a lo largo de esa dinámica que impone a todo lo creado irse modificando –téngase en cuenta que no he dicho progresando, sino moviéndonos, ya sea hacia delante, hacia atrás o en círculos, como a través de la historia ha hecho la especie humana- y descubriendo datos y detalles tan sencillos a veces, y tan evidentes, que nos sorprendemos, al llegar a ellos, no haberlos visto o sabido antes.
Vamos tanteando la inmensidad de que formamos parte infinitesimal y cada día puede sorprendernos una sutileza, un matiz, o pueden pasar épocas de ceguera intelectual. Somos una especie maravillosa, necia, sorprendente.
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