En realidad, he de confesar, que se trata de mis digresiones. Por eso, advierto que para cualquier curioso lector, podrían ser poco interesantes, intrascendentes, banales y hasta aburridas. Entonces -me pregunto- ¿para qué las escribes? Aún no he hallado respuesta para esta pregunta.
domingo, 21 de diciembre de 2008
Dosel de gaviotas excitadas, arrebatado flamear de la niebla, espuma marcando una cremallera en la mar verdemar, y en medio la embarcación, mínima, tabla, sal y olor a humo y aceitón, gorros de lana, enfrente el puerto y las manos ateridas, insensibles, algunas con mitones húmedos de agua que, de poderse beber, sabría a lejanías. Marca el termómetro un grado y la otra aguja grande del barómetro viejo del puerto se escora hacia la izquierda. Viene, dice el marinero viejo, vaga de mar, ya se adivina la mar de fondo, la punta tiene collarín de espuma. Cuando los barcos de pesca traen gaviotas revoloteando encima, graznando como excitadísimas comadres, señal de pesca segura.
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