lunes, 1 de diciembre de 2008

Ha cogido mis escritos, un diseñador, los ha cuidado una editora y ahora, siempre me sorprende, como por arte de magia, son un libro en que aparecen los meandros de mis digresiones y mis versos simulando un dibujo atractivo gracias, ¿en gran parte?, ¿en su mayor parte? a estos adornos ajenos. Y pienso que si alguien, al leer, se ha sentido inspirado hasta lograr esta apariencia, digamos esta forma de presentar lo que dije y había olvidado, algo habré dicho que por lo menos ha sido escuchado por otras personas, ha llamado en la puerta de otro modo de sentir y ha sido compartido. Ahora dispondré, supongo, de unos cuantos ejemplares que podré regalar a alguna persona amiga, otra vez compartir. Si no opinan nada, entenderé que no lo consideraron digno de atención, para decirlo de una vez, que les pareció malo y sin valor. Claro que hubo ocasión en que regalé un libro, el destinatario no me dijo nada y al cabo de meses, cuando con cierta curiosa timidez le hablé de él, esperando una contestación por lo menos consoladora, y, a pesar de todo, preparado para que fuese despectiva, para mi asombro, fue encomiástica. Excusado es decir que ese día engordé varios kilos de satisfecho e injustificado orgullo. Y mira que me lo tengo repetido: si no escribes para nadie, si lo haces para ti ¿qué más te da que guste o que no? Me quedo, tras de hacer esta pregunta, siempre, mirando para dentro, hacia las escondidas estancias en que, como nos ocurre a casi todos, vive mi personalidad más íntima, esa que tenemos, indefensa, escondida para que sobreviva, me mira con sus ojos más tristes, de laguna olvidada en un inaccesible recodo del manso río que viene con el agua viva e intacta desde la nieve que lo sueña y me digo ¿y tú crees realmente eso que acabas de decir?

No hay comentarios: