En realidad, he de confesar, que se trata de mis digresiones. Por eso, advierto que para cualquier curioso lector, podrían ser poco interesantes, intrascendentes, banales y hasta aburridas. Entonces -me pregunto- ¿para qué las escribes? Aún no he hallado respuesta para esta pregunta.
lunes, 1 de diciembre de 2008
Nada más revelador de la ineficacia sociopolítica, de la ausencia de imaginación, de la banal garruleria que el reiterado hecho de que haya personajes (personajos y personajas) que dedican su afán a la crítica del prójimo sin dar palo en el agua que acredite utilidades prácticas, beneficios estéticos o soluciones hábiles para la multitud de asuntos pendientes que tiene la sociedad de nuestro tiempo en momento histórico como éste, en que más que perderse en evocaciones cuando más estériles y cuando menos perjudiciales, deberíamos estar todos enfrascados en la preparación de un futuro inmediato que no repitiera las mismas miserias de que venimos huyendo. Hay tipos que salen en la televisión y te preguntas nada más verlos de quién irá a hablar hoy mal éste, qué sambenito le irá a colgar a quién, con qué estigmas pondrá hoy a los mismos de ayer en la picota, a falta de ideas con que ilusionar a propios y extraños. Pienso que a veces es cosa del miedo que algunos evidencian a que los de verdad vengan con la esperanza en la boca y los releguen al mechinal de donde no deberían haber salido a emponzoñar los paisajes. Protesto. Me molestan porque ni el esfuerzo merecen que he de hacer para darle al botón del mando y cambiar de canal para no oírles cada mañana y cada tarde las mismas calumniosas e injustificables patrañas.
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