viernes, 16 de abril de 2010

Dejad la memoria quieta,
mientras no se purifique y decante
del resto de aquel odio que ahora mismo
no podríais
comprender.

Dejad que la memoria
se vaya haciendo columna de humo limpio,
que suba recta hacia el cielo azul
del tiempo nuevo,
del futuro.

Esperad, para recordar,
a que la brasa última
se apague, mirad que el fuego quema,
inexorable,
que es la ceniza, su impalpable polvo
lo que puede servir
para hacer del futuro ánfora
de vida.

Lo importante ahora
es que vosotros viváis. Dejadnos
a los muertos
con nuestros fantasmas,
el rencor, que es maldición que no os atañe.

Vosotros
salvaos
de esta pesadilla que llevamos en la piel,
de esta cicatriz del alma,
que duele
a cada cambio de tiempo o de estación.

Hacedme caso.
No vais a lograr, si removéis lo huesos
cansados de escepticismos,
huellas
de aquel horrendo fracaso,
más que escribir
otro prologo del Apocalipsis.

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