Dónde estabas
cuando lloré mi juventud de soledades,
secretos y silencios,
dónde estabas
que no llegaba el eco de tu voz,
siquiera el eco,
a posarse en la huella de unos pasos,
palabras que no dije,
sueños
que nadie supo nunca y se perdieron
mar adentro de aquellas tardes de domingo,
que recorría el techo
del cuarto de pensión de aquella calle,
con el rumbo perdido
mucho antes de llegar a la tuya,
en ciudades,
tal vez
hasta en mundos, diferentes,
por siempre vagabundos,
peregrinos
de este amor que recuerdo, cuando te oigo cantar,
sin haber sucedido.
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