martes, 5 de mayo de 2009

¿Quién fue y con qué motivo? Ya no recuerdo quién me regaló mi primer estereóscopo, del que lo primero en llamar mi atención de niño curioso fue el nombre. Misterioso objeto que, te asomabas, y veías las dos fotografías fundidas en una con relieve. Algo mágico para un tiempo sin televisión, sin ordenadores, sin aparatos de radio de bolsillo, telefoninos portátiles y demás orgiástica acumulación de sorprendentes inventos para ver en la oscuridad o incluso en el vacío en que se mueven las imágenes virtuales de los hologramas.

Hace poco, en el desván, encontré las ruinas del estereóscopo, junto con algunas de sus fotografías especiales, doble imagen con la sutil diferencia necesaria para fingir la profundidad real de los paisajes y los interiores. Eran particularmente espectaculares los efectos logrados en casos de puentes, arcadas, atrios y bosques. Yo pensé hasta en ahorrar para ir coleccionando los paisajes de todas las tierras que la pobreza de entre las locuras guerreras del siglo XX se habían hecho imposibles. ¡Si era como estar allí! Daba esa misma impresión que produce la fotografía del trazado de un camino la atraviesa en diagonal y se pierde en una curva o un collado que es imposible ver a dónde, pero puedes imaginar que conducen a cualquier parte.

Es lo que tienen la imaginación y su hija primogénita, la fantasía. Llega un momento en que se convierten en proyecto de filosofía profunda o de superficie de teología. De tal modo que leí en alguna parte que alguien ha llegado a opinar que Dios es lo que había cuando ni siquiera había nada imaginable, pero era algo capaz de toda la imaginación posible, y por consiguiente de crear, mediante un copo de energía por El pensado cualquier clase de universo, como mediante el big bang hizo con el que nos contiene, a la conclusión del cual, cuando no haya nada imaginable, seguirá siendo Dios, inmutable, capaz de imaginar y por lo tanto de crear, todo lo imaginable, en gran parte inimaginable para nosotros, incapaces de saber, que hemos de contentarnos con el eco de la sabiduría en que consiste nuestra inteligencia.

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