miércoles, 20 de mayo de 2009

Hagamos algo para salir del círculo vicioso, tan atractivo, por otra parte, del tiovivo, que tiene la incuestionable ventaja de repetirse y asegurar así que de nuevo veremos, durante la vuelta siguiente, el mismo paisaje de las mismas caras absortas. Pero tal vez se haya ido la más atractiva, sin darnos ocasión de intercambiar un cierto número de palabras, las precisas para doblar la esquina y entablar una nueva relación.

Regresábamos, de muy jóvenes, a una estancia, y ahora había otra persona, a veces encantadora, a primera vista, pero éramos demasiado jóvenes para hacer cosa diferente de callarnos las palabras precisas para entablar una conversación, el preludio tal vez de una relación. Nos contentábamos con intercalar, como quien pone una flor o una simple hoja entre las páginas de un libro, al imagen recién adquirida, con la que fingíamos todo un mundo, o, por lo menos, una vida.

Ahora todo consiste en cerrar los ojos para regresar, ser los mismos que cuando cualquiera de los entonces que se conserva como una chispa en la hoguera de rescoldos que cualquier humano llega a ser cuando ha quemado la mayos parte de su pábilo. Cerrar los ojos, poner las manos encima, apoyarse en la mesa, puede reconducir a otro tiempo y se llega al despropósito, por otra parte tan placentero e inocente, de decirse a uno mismo como yo me digo que si quisiera podría abrir los ojos y estar justo en el momento en que ocurrió esto o aquello. Esto y aquello son siempre momentos memorables. Ya que si no, la memoria no habría conservado el cliché ni el daguerrotipo, a partir del cual, el recuerdo se puede reelaborar, mentir, por decirlo ya de una vez, y fingir que en vez de comportarnos como lo hicimos aquel día, podría haber ocurrido esto otro. Y ya está, de nuevo un retazo de historia diferente de la historia real, si es que hay alguna historia que sea real de verdad.

Pienso que no se nos permite inventar la máquina del tiempo famosa porque nos pasaríamos el que se nos concediera de mero regreso a lo ya ocurrido o a lo por venir, enredándolo todo con falsas interpretaciones, o por lo menos diferentes interpretaciones de la misma escena, a partir del nivel de experiencia, esperanza o desencanto que cada cual haya venido acumulando hasta este preciso momento.

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