miércoles, 1 de julio de 2009

Las bardas están hechas de espinos, madreselvas y mirlos. Cuando llegue setiembre, además, se cubrirán de moras y la chavalería no irá, sin embargo, como antes, con un frasco de cristal y un palo, a buscarlas para hacer, por las bravas, zumo de zarzamora. Las bardas, ahora, invaden el camino por que no pasa naide, como por entre los tamujos de la vera del río a que la moza de Gabriel y Galán arrastraba a su admirador, ¿tal vez novio? Adolescente. Hay remolinos de brisa que regocijan a las hojas de la hilada de álamos blancos de junto al regato sin agua. Va por debajo, me dice, el paisano, y por eso están nietos los chopos. ¿Qué quiere decir nieto? Se interesa uno de verdad. Tú, le aclaro, dirías que guay. Voy por el camino, recordando sus esquinas y las paredes de piedra seca que ahora tapa la maleza. Antes, levantabas las piedras y había un rebullir de insectos variopintos y con frecuencia una víbora, que sacaba la lengua bífida y te amenazaba. En aquellos tiempos se decía aún que si la víbora te picaba no habría remedio en la botica. Por si las moscas, no les dejábamos picarnos, les sujetábamos la cabeza con una horquilla hecha con la rama de un árbol o la apartábamos con una vara. Las varas de avellano son las más flexibles, las de caña seca pesan menos, son más rígidas, hacen mejor bastón, Mi tío abuelo Teodoro cortaba cada año una caña del cañaveral de casa de mis primos y la dejaba secar para sustituir la varita de caña de su bastón cada año siguiente. Mi tío abuelo Teodoro, que siempre, en verano, llevaba una varita de caña, por el invierno jugaba conmigo a la escoba, en la mesa camilla, con el erraj del brasero recién excitado, que rascaba el montoncillo mediante una firma con la badila y me ganaba siempre, con gran regocijo por su parte.

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