Se desmaya mi alma
mientras te espero,
bajo este duro sol de realidades,
ya
sin esperanza.
Por el cielo azul, vagan,
sucias,
las nubes
de lavar el sol de la madrugada.
Adivino que no vendrás
y me ahogan las ganas de llorarte
como si hubieras muerto entre mis brazos, ahora
inertes,
sin el anhelo de la piel de tus caderas, la cintura
que debería haber ceñido,
el débil
quiebro de los huesos de tus clavículas. Aquel
beso que se oxidó en mis labios, sequedales
desérticos, sin el oasis de tu cuello.
Ahora
que sé que no estarás, me sobran
todos
los sentidos, enfrascados
en irte recorriendo, minuciosos,
descubriendo,
gozosos.
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