lunes, 27 de julio de 2009

Pongo la música, el sonido
de Nueva Orleans
-tengo que confesar que me hechiza
su algarabía que parece
el caótico entremezclarse sin sentido de la voz
de cada instrumento
y sin embargo forman bucles
de sonido y color,
al entremezclarse, adivino
paisajes de reciente amanecida,
puestas
de sol,
un amor eterno que nace, y a la vez
el presentimiento de su muerte
en el jardín lejano del olvido-,
me reclino en tu imposible presencia,
escuchamos
muy juntos, olvidados
del lugar y del tiempo, tal vez, por un momento
afuera ya,
más allá de la muerte o antes
de haber nacido,
durante una mañana de domingo de nuestra primera juventud
con la vida
convertida
en la esperanza todavía de un recuerdo ya.

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