viernes, 3 de julio de 2009

Todos los niños deberían aprender en la escuela a tocar un instrumento musical. La música es el único modo conocido de comunicación universal que no necesita traducción a los diferentes idiomas o dialectos posibles. Todos los niños deberían aprender n la escuela u segundo idioma, además del suyo, de utilización universal. Todos los niños del mundo deberían poder comunicarse entre sí sin barreras idiomáticas. Un mundo tan pequeño como el nuestro, en que por añadidura ni siquiera los peligros de pandemias y epidemias como ésta de gripe que nos aflige son capaces de anteponerse a los intereses económicos, necesita para sobrevivir que sus habitantes, que han de convivir estrechamente relacionados, sean capaces de comunicarse con pleno conocimiento del significado profundo de las palabras y de sus distintos significados en cualquier contexto, con los correspondientes matices expresivos. Un mundo como éste. Cada vez más complicado y complicado de manera más sutil. Habían inventado la democracia para hacer las relaciones más fluidas, acercar más el ejercicio de la soberanía a los supuestos titulares, acercarse más a los más pequeños, los más débiles, los más insignificantes, que en ocasiones son los más sabios, a veces los más eficaces, a veces los pioneros de mutaciones sociales convenientes, pero ya le han añadido remiendos que deteriorar evidentemente el tejido fundamental y ahora está llegando a ser vehículo de imposiciones a través de mayorías fingidas, extrapoladas, extravasadas en la función, a la vez que los poderes que deberían ejercer un recíproco control del respeto de todos y de cada uno de los miembros del grupo, se convierten en vasos comunicantes de una sola decisión, de una sola tendencia.

Todos los niños deberían aprender en la escuela que su opinión es importante, debe comunicarse, no es lícito que se acomode a la de otro sin aportarle o su matiz o su deliberada adhesión o su contradicción. Y ninguna deliberada adhesión debe prestarse sin una valoración previa basada en la ciencia y el conocimiento de lo que supone y de por qué se hace.

Todos los niños deberían aprender en la escuela de que cada uno de nosotros, diferente, diferenciado, único e indispensable para el plan de la creación, forma parte de un todo humano, con el que coincide en las paradojas del tiempo y el espacio para que el plan se cumpla con arreglo a la aportación de todos.

Todo niños debería aprender en la escuela, además del latín, la numismática y la lista de los reyes godos, que su indeclinable vocación es la de llegar a ser hombre libre durante un instante, una época o una vida. -

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