lunes, 17 de agosto de 2009

Cuando llegas a esta edad, es decir, ya eres viejo, se te mueren como a mí me está ocurriendo, amigos entrañables, de que guardas recuerdos, hasta hace poco mezclados con la posibilidad del reencuentro, cuando, como dice un autor inglés cuyo nombre no recuerdo a esta hora de improvisar, puede reanudarse una conversación como si nunca se hubiera interrumpido. El célebre y al parecer nunca formulado “decíamos ayer” de Fray Luis, tras de su desgraciado encuentro con la Inquisición.

Quiero creer y creo por tanto que del otro lado será posible reencontrarse con todos los demás, amigos o enemigos, solo que ahora, es decir, entonces, todos conciliados, más que reconciliados, y hasta será posible, digo yo, reírse juntos de tantos empeños, encuentros y desencuentros como los de este ir y venir en que consiste la vida, siempre enfrascados en conseguir algo, que, cuando más, habrá que dejar aquí, al lado de tanto papel, tarjeta y documento, ya todos, cuando no estemos, apenas una gacetilla informativa de que estuvimos, que, si no estorba demasiado guardarán en el desván de casa durante cierto tiempo. Creo que tampoco nos ha de parecer mal que transcurrido ese cierto tiempo, lo eche alguien, probablemente desconocido para nosotros, a la basura. La historia, como dicen los actores respecto de la representación, tiene que continuar y otros han de ocupar las plazas disponibles y hacer lo que hacíamos, es probable que mejor de lo que nosotros lo hicimos. Porque repito que no es cierto que cualquier tiempo pasado sea mejor. Casi siempre es mejor lo que viene cuando la historia se desarrolla y la tecnología proporciona más medios y más comodidades al alcance de más gente.

Creo que nunca van a desaparecer las diferencias que permiten identificar a las personas, las categorías y los conceptos, pero se lograrán mayores y mejores cotas de convivencia. Si no, la humanidad no podría sobrevivir.

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