miércoles, 12 de agosto de 2009

Me alegro con tu alegría, cuando, empujados por el sol, pasáis todo el grupo como una horda de pájaros, gritando alegrías, camino de cualquier parte. Es verano y tiempo de olvidarse de lo oscuro, siquiera sea provisionalmente, que todo un invierno de habitualidades bien merece la maravilla de dejarse aplastar por el sol, llevar por la brisa, mecer por la mar tranquila, que al entrar las muchachas en flor y tener la ocasión de acariciarlas, se adivina como un suspiro del agua estremecida.

Mete la niña en el agua
su carne prieta
y al mojarla de brillos, la mar
la ilumina.

La niña se despeina,
la disfrazan las algas de sirena,
juega la espuma
con su risa.

Mañana de agosto, se entretiene
el sol
combinando colores en el vientre
de la caracola
cuando la acaricia.

Juegan
las gaviotas
a reflejarse airosas,
ellas que son feroces carroñeras,
en los charcos que olvida la marea,
en su piel
de celofán.

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