lunes, 10 de agosto de 2009

Por fin, tras de una serie de días de lluvia tenaz, sale hoy, en pleno agosto, sorprendente, el sol, que al parecer estaba ahí mientras nos dolíamos de su ausencia. Y en seguida, un tumultuoso grupo de gente, se ha echado a la calle, camino de las playas, encabezado por tribus de hermosas supongo que por ahora doncellas semidesnudas, bronceadas, deslumbrantes y patilargas, a que perseguimos, con los ojos desorbitados los viejos verdes, y ya, en cierto modo escépticos, los mozalbetes tan insultantemente jóvenes como ellas.

No dejé entrada ayer, por cierto, confío en que no lo propaléis, porque era mi cumpleaños. Parece que mengua el pastel, a medida que se multiplican las velas. Es divertido unas veces, otras agobiante y, durante algunos ocasos vespertinos, estremecedor. No sé que tiene ese tránsito del atardecer, que cuando adolescente se carga de nostalgias de un pasado que todavía es futuro, cuando se han atravesado casi todos los futuros se convierte en esa mezcla de ansiedad, temor y esperanza que produce el estremecimiento de la inquietud.

Los pajarillos del nido del patio, que estrenaron el nido artificial, se han ido a disfrutar del verano. ¿Sentirán los pájaros nostalgia de su nido?

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