-Verá, es que su tique está caducado. No podemos atender su petición, que, hecha en su día, habría sido correcta.
-Pero el tique es auténtico.
-Ya se, ya se. No está falsificado como el que traía la caradura de su antecesora en el turno de la cola, pero éste está caducado, y no de ayer, sino de hace ya tres años.
-Nadie me advirtió …
-Verá, señora, hace mucho que rige el principio, establecido con singular acierto en defensa de la seguridad jurídica y la fluidez contractual, que dice que la ignorancia de las leyes no excusa de su cumplimiento.
-Pero ¿usted se da cuenta …?
-¿Cuenta? ¿De qué?
-¿No ve que soy mayor?. Tuve ese hijo para asegurarme de recuperar en su día, como todo el mundo, con el tique, uno equivalente, como báculo de mi vejez.
-Tendría usted que haber ejercitado en tiempo su derecho. Ya sabe. Son veinte años a contar desde la fecha de expedición del tique para uno equivalente en sexo y edad, y veintitrés para uno simplemente alternativo, con posibilidad incluso de sexo distinto, indiferenciado, ambiguo, o hasta contradictorio con el aspecto biológico,
-¿Y si no?
-Ya lo sabe. Está también en la ley. Pero consuélese. Creo que ahora, para meter a los ancianos inútiles, indefensos y sin parentela en las más modernas máquinas trituradoras, les ponen además la epidural y todo el proceso se desarrolla sin dolor.
-Ya. Por lo menos tienen esa consideración.
-Por favor, tenga la bondad, deje pasar al siguiente. Y no se olvide de dejar el tique a la salida, que si no, con los caducados, hacen falsificaciones cada vez más difíciles de diferenciar de los originales.
-Descuide, señor, descuide. Una siempre ha procurado ser cumplidora y no va a cambiar ahora, con los años.
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