viernes, 7 de agosto de 2009

Salgo a mezclarme con la gente que pasa, a ser uno más a deambular, mirar los peces del río y extasiarme y decir lo de que ahora no hay ríos como este, con peces y patos, cormoranes y nutrias, gaviotas, múgiles, truchas y palomas. Ya no hay anguilas, por cierto, Algo o alguien las ha exterminado. Cuando éramos niños los de mi generación, pescaban algunos las anguilas desde el puente, con un cordel y un pedazo de sardina o de pan, las truchas preferían gusano y los múgiles pan. Ahora está prohibido pescar, salvo truchas, con licencia, pero en este tramo, las que se pesquen han de devolverse al río. Dicen que así se protegen las especies y olvidan que las especies nacen y se extinguen porque ha de ser así y debe completarse cada ciclo.

Salgo de algún modo disfrazado, sin disfraz, de guiri que va de paso y se asombra. A las gentes de mi lugar les encanta que el forastero quede deslumbrado por alguna de nuestras cosas, boquiabierto. Esto, decimos, no lo tendrán ellos allá. Allá es ese sitio a la vez inimaginable y difícilmente alcanzable donde atan a los perros con longaniza, pero no tienen la menor idea de lo que es vivir. Me gusta parar a alguien que no sea de aquí, puesto que si lo fuese me conocería y preguntarle por dónde se va a algún sitio o si conoce un sitio en que den de comer bien y barato. Me miran, sonríen, por regla general y me dicen que ellos tampoco son de aquí, que no saben, que tl vez por allá, que han visto que está el puerto. En los puertos, me dice una amable señora, se suele comer bien, pero caro.

En la esquina, un negro canoso vende figuritas de madera. Cómpreme, dice, que hoy no vendí nada y no podré ir a comer.

Cuando llega el verano, con los turistas, los veraneantes y los curiosos, mezclados, disimulados, como una especie de espuma, de ribete, pasa una corte de los milagros, una cohorte de Monipodio y otra de los modernos buhoneros de la manta y mercancía portátil, discos, películas, bolsos de señora con la marca fingida. Están y no están, son como fantasmas. Se deslizan, doblan la esquina y desaparecen.

Como es costumbre durante este verano, llueve manudo y tenaz.

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