miércoles, 5 de agosto de 2009

La oscuridad está preñada de luz, y viceversa. Hay en cada caso un núcleo de cada contrario porque existir impide desprenderse del mundo alternativo en que se salva nuestra parte buena cuando claudicamos y la mala cuando se impone el sentido moral y la conciencia, ese inexorable juez que todos llevamos dentro, podría estar satisfecha si no supiera de nuestra total dimensión, latente en cada acto.

Debe ser tremendo el oficio de juez. Habrá, supongo, que prescindir muchas veces de las últimas razones y echarse a la espalda el fallo con todas sus consecuencias. Recuerdo hoy, de modo especial a uno de los muchos que conocí y decía que al fin y al cabo, su sentido de la responsabilidad tenía el aliviadero de saber que si él se equivocaba, habría otros jueces que en apelación corregirían su error. Siempre hay, sin embargo, uno que ha de dictar la última y definitiva sentencia contra que ya no cabe recurso. Que supongo que por eso ha de ser viejo, sabio y actuar colectivamente. Compartir, Shelley lo sabía cuando dijo que gritar una obsesión es empezar a liberarse de ella, es repartir la carga, en algunos casos, de otra manera, insoportable.

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