Asturias, casi de punta a punta, desde Luarca hasta Panes, en pleno agosto, es un recorrido por territorio en fiestas y romerías, mientras las bolsas del mundo se estremecían sin ese indispensable aire suyo, cargado de olor a dinero caliente, que exhala la multitud de raqueros buscando entre las ruinas de aquella “España va bien” del “mundo feliz” y el “estado del bienestar”.
Casa Julián, allá en Niserias, casi a la sombra, si fuese alargada, de la leyenda del Naranjo de Bulnes, donde los hijos de Julián todavía te dispensan las patatas rellenas, las setas al Cabrales y el cabritu del país que rematas con cualquiera de los postres de la casa, la tarta de turrón y queso o el tiramisú, en el supuesto de que no prefieras un Cabrales de los de antes de todas las guerras, exactamente, ayer, en su punto y hora.
Asturias, por el lado de Oriente, que diría Proust, es hostelería, mesa, y mantel, figón, horno, restaurante, coches, peregrinos, vaca “amarela” en los prados y se adivina que holandesa en las cuadras, con los prados y la hierba a medio recoger, con este otoño que nos ha venido, sin yerba seca y los silos pendientes, que ya no hay balagares.
Se le ve a Asturias que no sabe qué hacer, todavía, por más que Esperanza Aguirre nos diga que teniendo como tenemos a Paco Cascos, en seguida vamos a tener planes y tajo que emprender, curro abundante. Me atrevo a fiarme porque Esperanza siempre me ha parecido a mí moza de armas tomar, con más agallas, renovadas aquí seguramente por el orballu omnipresente del año, que muchos que se las dan de protagonistas pero vas viendo cómo se les encoge el ánimo, a medida que arrecia ahí fuera el temporal y no alcanza la pasta ni para impermeables, que hay que trabajar a la intemperie y es cosa de hombres y de mujeres que sepan lo que se traen entre manos y que siempre hay un puerto a donde ir con esperanzada decisión.
Asturias, arbolada de papelinos, aturdida de altavoces monstruosos y desquiciadas bandas, bandines, equipos y solistas, de atronadores facedores de ruido.
Yo lo ví. Hay camino. Lo que hay también ye que ponese a andar, pero todo llegará y no sé qué me da que va a ser en seguida, en cuanto escampe este verano loco y llegue el otoño, que hay que ver la cantidad de arizos que tienen este año los castaños, como si lo presintieran. ¿Será de verdad una premonición?
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