domingo, 14 de agosto de 2011

Domingo víspera de fiesta marinera, cohetes y olor a sardina y fritanga, el orbayo, que este verano otoñal, húmedo como el hocico de un perro, no quiere faltar a su cita y se desorientan los forasteros inhabituales, que no saben con que defenderse ni cómo del acoso del agua.

Para esta noche, el encontronazo, para hacer boca, del Barcelona y el Madrid clubes de fútbol, todavía ambos con el peso de las vacaciones perdidas entre tanto ir y venir de partidos amistosos, partidinos de playa, homenajes, competiciones de verano y demás artimañas con que el mundo del fútbol recauda cómo y donde puede, que además de los grandes, hay toda una multitud ingente de equipos de pueblo, de comarca, de rincón y de aldea, que se defienden a brazo partido de la desaparición.

A propósito de desapariciones, Berlusconi, en Italia, que dirán de él lo que digan, pero lleva pantalones de cuadros, que son los que se atribuyen a los que mandan, se ha puesto de concentrar la administración a base de fundir provincias y municipios. Habrá que ver la que se arma en España cuando eso también ocurra, que tendrá que ocurrir y a no tardar.

Algo así como el cambio climático ese que unos dicen que está produciéndose y otros que no, pero lo cierto es que algo ha cambiado y las estaciones son ahora diferentes de las de mi niñez y de las de cuando fuimos jóvenes, solo que afectará a lo administrativo y tendrán que aprender los chavales en la escuela primaria o en su equivalente otro soniquete.

Otra solución sería que encontrásemos minas de metales preciosos o misteriosas, pero eficaces fuentes de energía limpia, los disfrutáramos en exclusiva y así podríamos disfrutar del sueño dorado de nuestro connacional medio, que consiste en hacerse funcionario de nivel primero A, cobrar con abundancia suficiente del arca del tesoro común y disfrutar de plena cobertura social, privilegio de inamovilidad y futuro de una jugosa pensión.

Discutían dos conocidos en mi pueblo un día si mucho era más o menos que bastante. Parecerá inverosímil, pero discutieron, y hasta estuvieron a punto de llegar a las manos. “Mira que eres bruto, decir que mucho es más que bastante”. “Pues anda que tú”. Pero no ves, fue el argumento terminante, final, demoledor, que por mucho que sea, nunca es bastante, pues eso prueba que bastante es más que mucho, y, valgan las redundancias, además, está claro que mucho más. “Bastante tiene que ser, por lo menos, muchísimo”.

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