Los televisores se refugian en los juegos, que dominan los
no sé cuántos millones de chinos que se han entrenado pacientemente durante
sabe el buen padre Dios cuánto tiempo para ganar los juegos. Los ganan por
número de medallas que obtienen su mejores. Y a la zaga les van los americanos
USA, que antes eran los que solían, y antes los ingleses, y antes los griegos.
¿Se entrenaban los atletas griegos con la misma intensidad
con que es evidente que lo hacen los atletas chinos? Creo que no. No tendrían,
digo yo, ni tiempo ni medios. Ni esa obsesión china, esa concentración.
Oriente envía, tan vez impulsado por la fuerza del sol
recién nacido, de cada día, de sus mares, otra oleada de vitalidad, cultura,
modos, llámale como quieras. Lo cierto es que se advierte en su afán de ganar.
Está ahora vigente la versión tetranual de la consigna olímpica, que seguro que
se actualiza como el software de cada
máquina que nos rodea, sirve, vigila y tal vez de algún modo condiciona. Citius,
altius, fortius.
De occidente lejano, del que fue nuevo continente, nos
regresa, evolucionada, nuestra contrafigura. Apenas somos capaces de
reconocernos en un modo de expresión retocado de giros, expresiones, palabras
falladas y gloriosas, estupendas nuevas palabras.
Podrían, ambas, encontrarse aquí, sobre nuestras implacables
dudas, sembradas por aquellos primeros filósofos, que ni siquiera el espíritu
práctico sucesivo de romanos y anglosajones fue capaz de disipar, ordenar,
sacar de este caos a que vinimos a parar a fuerza de probaturas.
Se pensaron nuestros antiguos tan listos, que nada menos que
trataron de desguazar, para estudiar, lo esencial de lo humano. Nada menos que
la caótica relación del cero con el infinito, linderos de lo inconmensurable,
inabarcable, imprevisible, inimaginable.
Como al viejo hidalgo, vino paulatinamente en secársenos
también el cerebro. Y ahora, como él, alanceamos molinos y damos feroces
estocadas a los pellejos, para aterrorizado asombro de Sancho, que ve que se
esfuma la ínsula prometida, cada vez que lo tunden nuevos arrieros.
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