viernes, 24 de agosto de 2012


Declina agosto, con sus atardeceres. Supongo que en tierra de vendimia habrá este año fiesta esperanzada al recoger la uva borracha de tanto sol, tanto calor, con el riego de la tímida lluvia de estos días. Por lo menos, será, probablemente, un año de cosecha excepcional. El vino, del lado de los borrachos, los poetas y los vagabundos, los jueguistas y demás gente de mediano vivir y escasa trayectoria, que se comen los excesos, no entiende de economía ni de crisis. Viene a ponerse a punto de mojar las matanzas de los sanmartines que ya se preparan.

Zorzas, chorizos, lomo de gochu y griñispos. Tuve un amigo del alma en que eran tantos en casa que mataban seis cerdos y dos terneros. Allá por los altos intrincados del occidente profundo. No estuve, a pesar de la insistencia de sus invitaciones, pero debía ser, además de un tumultuoso banquete, todo un espectáculo. “Vienen de todas las casas del pueblo, a echar una o las dos manos, acuchillar los bichos, picar la zorza y remeterla con pimentón en sus tripas”. Después de robar puñados para mezclar con parejas reforzadas de huevos fritos y alternarlas con los chorreantes griñispos y las untuosas chuletillas de lomo, ribeteadas de grasa.

Pero, quietos todavía, que todavía queda el “frío en el rostro” de fines de este glorioso mes que sin que nos percatásemos, se ha ido comiendo vuestras vacaciones. Los viejos ya no tenemos vacaciones. La vejez es implacable. Bajan del monte y forman a su alrededor, como exigentes cómitres, los achaques.

Curiosa injusticia poética la del fútbol –dicho sea ya hablando de otra cosa- en que un partido de la mayor rivalidad puede resolverse en un acierto de un portero, seguido del error del otro. Cuando niños, los porteros parecían poco importantes. Las porterías de los equipos del cole, las ocupaban los menos hábiles para el regateo y el gol. Los porteros son tan importantes como el delantero más eficaz. Ellos. Como los otros diez, también están solos, jugando en la estrecha unidad del equipo que forman.

Se van, poco a poco, a la par, el verano y la vida.

Llenan sus zurrones, velan sus armas, anuncian la erupción que viene, los que mandan y gobiernan. Como contrapunto, leo un duro artículo de Pérez Reverte. Al pan, pan, dice, y al vino, vino. Quiero fer una prosa –dijo Berceo- en román paladino. Duele.

No hay comentarios: