martes, 7 de agosto de 2012


No es posible, opina un filósofo, enamorarse de lo que no se ha conocido previamente. Y yo digo que debería aclararse en seguida que el previo conocimiento puede referirse a algo imaginado, exista o no en la realidad, con lo que de rebote venimos al otro filósofo que opina a su vez que cuanto es imaginable puede y de hecho es probable que exista en la realidad, sea la realidad lo que sea.

Un lío. Te pones a pensar y generas círculos concéntricos en el estanque en que, no sé si como algas o como nenúfares, se contienen nuestras aparentemente incansables neuronas. Hila, teje y corta, como las Parcas.

Cuenta y no acaba la prensa de ese tremendo asunto de las escuchas del espionaje sociopolítico. El Gran Hermano, imaginario cuando lo imaginó y de algún modo lo identificó la literatura, existía en potencia y por sus obras lo reconocemos. La poderosa maquinaria de la administración, escora y en vez de ponerse al servicio de los ciudadanos, se cortocircuita y sirve a los gobernantes del Estado. Cada ciudadano, inerme y sorprendido, descubre que sus intimidades son vulnerables y que, de interesar a alguien con suficiente poder, cabría que se investigasen hasta mucho más allá de donde suponía.

Y el secreto protege a cualquier Gran Hermano contra responsabilidades. El secreto, me decía en cierta ocasión un delincuente habitual muy joven que me tocó defender de oficio, es el que me permite vivir. La justicia me persigue y castiga muchas veces, me añadió, pero ¡no sabe usted las que escapo con el botín!

Acabó mal, como era de prever, pero me descubrió la existencia de ese mundo paralelo, en que no sé si muchos o pocos, se mueven, amparados como Harry Potter por la capa de invisibilidad del secreto, conviven con nosotros, sobre el filo de la navaja e incluso a veces pisando territorios donde no llega la ley y la ética se retuerce las manos impotente.

Paso la página y se sigue escribiendo. Y ahí sí que toda una multitud o finge ignorar o no sabe que nuestro organigrama social está crujiendo y mira y así trascendentaliza pequeñas banalidades. Parece una tragedia que el bollo preñado de la fiesta de este año trajese medio chorizo en vez de uno entero, o que se advierta claramente que se ahorró cebolla o disminuyó la generosidad del relleno de las empanadas tradicionales.

Cierto. Es tiempo de fiesta. Justo que nos ocupemos de que no decaiga. Ya vendrá, como decía más o menos el lema de la imaginaria familia de la Mano del Rey de nuestro visitante de este verano, George R.R. Martin, el invierno. Y añade el Eclesiastés que cada día tiene su afán.  

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