No es posible, opina un filósofo, enamorarse de lo que no se
ha conocido previamente. Y yo digo que debería aclararse en seguida que el
previo conocimiento puede referirse a algo imaginado, exista o no en la
realidad, con lo que de rebote venimos al otro filósofo que opina a su vez que
cuanto es imaginable puede y de hecho es probable que exista en la realidad,
sea la realidad lo que sea.
Un lío. Te pones a pensar y generas círculos concéntricos en
el estanque en que, no sé si como algas o como nenúfares, se contienen nuestras
aparentemente incansables neuronas. Hila, teje y corta, como las Parcas.
Cuenta y no acaba la prensa de ese tremendo asunto de las
escuchas del espionaje sociopolítico. El Gran Hermano, imaginario cuando lo
imaginó y de algún modo lo identificó la literatura, existía en potencia y por
sus obras lo reconocemos. La poderosa maquinaria de la administración, escora y
en vez de ponerse al servicio de los ciudadanos, se cortocircuita y sirve a los
gobernantes del Estado. Cada ciudadano, inerme y sorprendido, descubre que sus
intimidades son vulnerables y que, de interesar a alguien con suficiente poder,
cabría que se investigasen hasta mucho más allá de donde suponía.
Y el secreto protege a cualquier Gran Hermano contra
responsabilidades. El secreto, me decía en cierta ocasión un delincuente
habitual muy joven que me tocó defender de oficio, es el que me permite vivir.
La justicia me persigue y castiga muchas veces, me añadió, pero ¡no sabe usted
las que escapo con el botín!
Acabó mal, como era de prever, pero me descubrió la
existencia de ese mundo paralelo, en que no sé si muchos o pocos, se mueven,
amparados como Harry Potter por la capa de invisibilidad del secreto, conviven
con nosotros, sobre el filo de la navaja e incluso a veces pisando territorios
donde no llega la ley y la ética se retuerce las manos impotente.
Paso la página y se sigue escribiendo. Y ahí sí que toda una
multitud o finge ignorar o no sabe que nuestro organigrama social está
crujiendo y mira y así trascendentaliza pequeñas banalidades. Parece una
tragedia que el bollo preñado de la fiesta de este año trajese medio chorizo en
vez de uno entero, o que se advierta claramente que se ahorró cebolla o
disminuyó la generosidad del relleno de las empanadas tradicionales.
Cierto. Es tiempo de fiesta. Justo que nos ocupemos de que
no decaiga. Ya vendrá, como decía más o menos el lema de la imaginaria familia
de la Mano del Rey de nuestro visitante de este verano, George R.R. Martin, el
invierno. Y añade el Eclesiastés que cada día tiene su afán.
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