Un torrente de niños que empuja el balón parque arriba y abajo- ¡Muérete, abuelo –le dicen, crueles, porque se ha quejado del balonazo súbito-, de una vez y déjanos en paz! ¿No ves que es la final?. Y, arrebolados, excitados, siguen la carrera, chutan, ¡¡¡goool!!! –se abrazan y echan una última, rencorosa mirada, al anciano, que ahora sonríe, comprensivo, pero ni con esas los ablanda- Ya podías-le recomiendan- ir por otro lado, Matusalén. ¿Dónde vamos a jugar nosotros?
Coches y niños. Son ambos el futuro. Los coches cada vez más sofisticados, más invasores, más rápidos, más peligrosos, más molestos. Los niños cada vez peor educados.
El mundo es suyo, por más que yo, tan viejo o más que él, me solidarice con el ancianito del otro día del parque y el señor alcalde mayor se haya decidido a anunciar que va a limitar el paso de coches por un paseo que proyecta. A los coches no se les puede limitar nada. Instintivamente, el abominable hombre del volante, trasmutado por la posesión de su coche y esa sensación de poder absoluto que le confiere, se le exacerban el instinto dominador del humano alfa y la necesidad de ocupar más territorio y sojuzgar mayor número de libertades beta, gamma, delta, etc. La única manera de que un coche no entre donde no debería es colocarle obstáculos insalvables.
Pues no, mire, no me considero un anciano gruñón. Me basta con el reducido espacio del cono de lámpara en que refugio mi sillón de mimbre para leer y ponerme los cascos para escuchar en solitario el sonido de Nueva Orleans, por ejemplo, o un quinteto de Beethoven, las cuatro estaciones de Vivaldi o las variaciones Goldberg. Y “allá muevan feroz guerra” peatones, niños y conductores.
Sin embargo, los miro y me da pena imaginar, con la falta que haría modelar el futuro social con delicadeza de orfebre, para lograr eso tan importante, diría que fundamental de que todos aprendamos que nuestra libertad sólo es plena cuando respeta la de los demás que deben limitarla, me da mucha pena advertir que cada vez se educa menos, peor y con menor paciencia
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