sábado, 18 de abril de 2009

Me has puesto una nota, dyanna, un comentario que agradezco, en que dices que hay días o lecturas del blog en que estás presente lees, escuchas el soliloquio de este viejo bribón que sueña el soliloquio en voz alta de su desahogo de escribir, contar de mala manera lo que escucha tan sorprendente. Porque lo más triste de un escritor mediocre, es tener por lo general la sensibilidad para escuchar, la necesidad de repetir y compartir, pero no acertar a hacerlo y que lo que escribas te salga siempre ramplón. Ser escritor, pienso que de alguna manera es perder la vergüenza y seguir tratando de contar lo que sientes, aún consciente de su insuficiencia, por si un día, como aquel burro que cuentan que encontró una flauta por casualidad, sopló por casualidad por el lugar adecuado y por casualidad sonó el principio de una melodía. Escribir, para quien tiene la tenaz voluntad de hacerlo –no me atrevo a llamarle vocación en mi caso-, es como vivir: una búsqueda de la verdad que no puede hallarse del todo nunca, porque atinar con la verdad sería volver al Paraíso y eso al parecer lo veda un ángel, con una espada flamígera, debido a lo cual, la vida y el afán de escribir son sendos caminos que ambos concluyen ante el espejo del otro lado del cual hay quien dice que hay otra vida y quien asegura que no hay nada. Que alguien me diga que leyó lo que escribí es como encontrarse con alguien que podría nada menos que convertirse en amigo. La amistad es eso. Vas por la vida absorto en tu rutina o en sus desviaciones casi siempre tan sorprendentes y de pronto topas con otra persona en principio desconocida, con la que cruzas unas palabras que siempre pueden convertirse en conversación, y la conversación, a la larga, en amistad con otro, que es siempre compartir unos pasos, una etapa o el camino.

No hay comentarios: