martes, 7 de abril de 2009

Los indios recorren la pradera. El VII de Caballería también. No van a encontrarse, sin embargo, esta tarde de primavera porque la pradera es muy grande y el Gran Manitú no tiene previsto para hoy el exterminio parcial de la tribu, que, inexorable, se producirá antes que pase mucho tiempo. Hoy no. Hoy ambos grupos se buscarán con ahínco sin el menor resultado. De hecho están a muchos cientos de kilómetros de distancia, en una tierra aún despoblada, si no fuera por el rebaño de bisontes que pasa ramoneando junto al inmenso río, que, cuando beben, los refleja y se lleva las fotografías hacia la mar asimismo lejana. Todo está lejos, en esta tierra, a diferencia de lo que ocurre en este Villa en que vivo, que, lo más lejos, la punta del espigón del puerto. Tuve un amigo que todos los días iba hasta la punta del espigón del puerto y volvía, a buen paso. Se murió. Echas la mirada atrás y casi se es capaz de imaginar cuantísimas personas han muerto desde que apareció la vida en la tierra y se le taraceó la razón, como distintivo del resto de vida animal, vegetal y supongo que también mineral que hay sobre la tierra. La tierra misma, y con ello lo mineral, está de algún modo vivo, con medida de tiempo mucho más pequeña, de modo que una montaña vive mucho más despacio incluso que un elefante, un loro o una tortuga, que tengo entendido que son con las secuoias –vegetal- los más longevos. Conocerán, hasta donde les sea posible, a infinidad de vivientes, pero ¿se deteriorarán como los humanos? Por cierto ¿se os había ocurrido pensar que nos hay más tiempo que el de vida de cada cual?, En cuanto transcurre, el tiempo se agota, desaparece con cada persona y renace con la siguiente, o, siempre y sencillamente, con otra persona que inicia la vida. El tiempo, como concepto, es probable que no sea sino el de duración del sol o el de la tierra, o lo que queda hasta la contracción última de este Universo, a que seguirán otro big bang y otro Universo, es decir, otro tiempo.

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