Convendría, por esto de la crisis, reducir gastos. Tú –dice el marido-, deberías prescindir de la doncella y tal vez de la cocinera, si pudieras aprender a guisar.
Y tú –responde ella con timidez- podrías mejorar tu comportamiento, digamos más íntimo, y así podría prescindir también del jardinero, de su ayudante, del guardaespaldas y del chófer.
Han inventado y se venden ya artilugios electrónicos mediante que puedes llevar en el bolsillo más de un millar de libros y leer cualquiera de ellos en cualquier parte. Y supongo que mediante tarjetas de mayor capacidad se podrán llevar encima cinco o hasta diez mil libros. Se moriría otra vez, ahora de envidia, el bibliotecario de Alejandría, si levantase cabeza. Y Alhakem II, que tengo entendido que mandaba emisarios por el mundo adelante a comprar libros –porque quería tenerlos todos- y a que le copiasen los que no les quisieran vender.
Ya no hay disculpas para ser bibliófilo de los que llamo yo activos, es decir, los que compran, muchas veces con tantísimo esfuerzo, libros para leer, a diferencia de los bibliófilos a que llamo pasivos, que compran y pagan sumas astronómicas por vetustos códices, muchos de ellos ilegibles, y que no leen, sino que atesoran papel viejo, amarillento, abarquillado, comido de ratones por las esquinas, manoseado, anotado.
Ignoro si con fundamento, me temo que esto acerque a la paranoia, en posesión, como vamos calle abajo, de un ordenador portátil que nos permite videoconferenciar con nuestro amigo de las antípodas, el telefonino de última generación, mediante que nos amarga la comida cualquier pelafustán macho o hembra que nos pretende encajar el bulo o cosechar cualquier timo, la agenda en que puedo jugar al fútbol con varios grados de facilidad, hacer un test de inteligencia –si algo me quedase- y cámara fotográfica incorporada, con ese programa que permite caricaturizar al más pintado, escribir un poema o pergeñar el capítulo de una novela o felicitar a Purita por su santo o la celebración no numerada –al uso femenil- de su nacimiento. Y ahora llevar mi biblioteca a cuestas y excusado es decir que toda la jurisprudencia de cuantos tribunales fallan –hay maravillosos doblesentidos aplicables a las palabras más inesperadas- un montón de veces al día.
Hoy si que adelantan los tiempos y no cuando lo decía el personaje aquél, de la zarzuela, que según él ya entonces adelantaban una verdadera barbaridad. ¡Si viese esto de ahora!
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