En realidad, he de confesar, que se trata de mis digresiones. Por eso, advierto que para cualquier curioso lector, podrían ser poco interesantes, intrascendentes, banales y hasta aburridas. Entonces -me pregunto- ¿para qué las escribes? Aún no he hallado respuesta para esta pregunta.
sábado, 11 de abril de 2009
“Mi carta –escribe Campoamor- que es feliz, pues va a buscaros”. Pero, ¿es feliz una carta? Una carta es algo inerte, un papel sobre que se han enredado los trazos hechos con algo puntiagudo, untado de tinta que puede ser de varios colores. Hay científicos que pueden llegar a aseverar que éstos trazos se han hecho por una u otra persona que les proporcione otros también enredados por ella. Hasta para esto somos rutinarios, y de modo instintivo hacemos siempre igual cada signo que escribimos para transmitir en silencio lo que también podríamos gritar o decirle en voz baja al vecino, al colega, al amigo o al enemigo. La carta de quien según Campoamor ha escrito para hablar de amor a alguien, ya es, antes de haber cumplido el propósito de quien la escribió, feliz “pues va a buscaros”, está en camino. Siempre he opinado que las vísperas son tiempo de mayor felicidad que el de la fiesta a que anteceden, porque una víspera se pueda soñar como se quiera, mientras que la realidad tiene siempre límites por todos sus puntos cardinales, en el cielo por arriba y por abajo en el suelo. A diferencia de lo que se sueña despierto y es siempre ilimitado. Esta carta ya no pertenece a su autor, sino a la literatura, mayor o menor, de esta tierra mía, pletórica de poetas. Ya se que alguno mediocre, pero incluso los poetastros son poetas, por más que hayan resultado frustrados como consecuencia de nadie sabe qué, que enciende y apaga, tal vez al azar, en el interior de cada sueño la lámpara de la belleza armónica. Es una carta que sigue diciendo a su destinatario que “cuenta os dará de la memoria mía”. Al leer esta cuarta oración, la primera fue decir que es una carta mía, la segunda que es feliz, la tercera que va en busca de y ésta cuarta que tiene el propósito y la misión de dar cuenta de la memoria de un amor. No sé si la carta puede o no ser o haber sido feliz, pero lo cierto es que al derramar esta cuarta frase sobre su destinatario le está comunicando, motivando, originando una torrentera de felicidad
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