lunes, 20 de abril de 2009

Nadie, ni en este mundo ni en sus paralelos, ni en los convergentes o los divergentes, puede llegar a conocer la verdad. Ni siquiera las hadas pueden, por muchos hechizos que sean capaces de imaginar o de realizar con un sencillo o complicado movimiento de una de esas varitas mágicas de cuya existencia tan poco sabemos pese a estar convencidos. Todos, alienígenas incluidos, tenemos sin embargo esta necesidad y esta avidez por conocer la verdad, por mucho que haya ocasiones en que imaginarla nos asuste tanto. Por eso hemos de peregrinar todos hasta llegar al espejo –la dama del alba, la más pálida-, del otro lado del cual se halla la verdad.

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