lunes, 6 de abril de 2009

La inexorable mácula, el sambenito y que salgan de la comunidad los disconformes, son las consecuencias de no estar de acuerdo con lo que es verdad según esos santones que marcan caminos sin previa exploración. Dios te libre de llevar la contraria a lo que se convierte en verdad porque lo dijo el Blas implacable y algo infalible de la escalera que asciende hacia el poder, en cada escalón un adicto, el conjunto los que indican lo que es in y lo que no en cada momento de cada período cultural, contracultural o subcultural, que de todo hay en la viña.

Nada es verdad ni mentira, insiste mientras tanto Campoamor, desde su banco en el parque del lugar de su nacimiento y desde la cabecera de uno de sus poemas, y por eso la progresía consiste en admitir que podrí ser cierto lo que contradice a lo que pienso y hasta lo que considero, desde cualquier punto de vista, anormal o incorrecto.

Y entre unas cosas y otras, digresión va, digresión viene, han vuelto a llegar de la mano, como siempre, la primavera y la Semana Santa, este año con la polémica añadida de si lazos blancos o no, colgados de los pasos y de la imaginería para manifestarse en contra, el que los ponga, del aborto. El aborto, además de con la religión de cada cual, tiene que ver con la declaración de derechos humanos, de acuerdo con la cual hay un derecho inalienable a la vida que en mi opinión corresponde a cuanto esté vivo, aunque no sea más que en germen mínimo de vida. Y su defensa, puesto que está todavía inerme, debe corresponder al Ministerio Fiscal. Pero ¿quién quiere líos con una turba de mujeres airadas que defienden el criterio de que ellas son dueñas de su cuerpo, y, como consecuencia, de cuanto haya dentro? Que, por otra parte y de acuerdo con mi propio criterio, tienen siempre perfecto derecho a defender el suyo.

Curiosas polémicas encienden de pronto a la gente, que con dificultad tolera, cuando las tolera, que es casi nunca, las discrepancias. Hoy lapidan virtualmente en la prensa a una catedrática de biología de no sé qué Universidad, que se ha permitido opinar, con todo el derecho del mundo, que la homosexualidad es una patología. Espero que cuando tirios y troyanos lleguen al fondo de la discusión nos informarán de lo que es más probable. Yo, con los debidos respetos, con lo que estoy cada vez menos conforme es con eso de que todas las personas somos iguales. Pienso, además, que lo que nos diferencia es lo que hace la vida tan compleja e interesante y la curiosidad de vivir algo tan insaciable. Lo malo es encontrarse con uno de esos personajes fundamentalistas que para demostrarnos que estamos equivocados en algo, insisten en la procedencia de rebanarnos el pescuezo. Y algunos hasta lo hacen, para no gastar en el proceso legalizador de tamaño disparate.

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